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Buffon, penúltima parada

La Razón
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Fue, seguramente, la única imagen de un juventino que logró ablandar el corazón de los madridistas en plena efervescencia tras ganar la duodécima: el gran Gianluigi Buffon permanecía en el césped de pie, quieto, impotente y lloroso ante la mirada de su gente. Al otro lado, los hijos de los jugadores del Real Madrid correteaban por el campo. Puro contraste. La de Buffon era la imagen de un gigante que acababa de ver cómo se le escapaba de sus grandes manos el único gran trofeo que le falta. Era, y él lo sabía, el broche ideal para una carrera que comenzó en los noventa y que apuró la noche del sábado el penúltimo sorbo. Su tercera final disputada y perdida. Una mancha que ensucia su expediente, pero no tanto.

Líder

Buffon ha sido el mejor portero del fútbol mundial en los últimos veinte años, el heredero de los Zamora, Yashin, Maier o Zoff. Lo ha sido por calidad, seguridad, longevidad y educación. No se le conoce una mala palabra ni un gesto antideportivo. Siempre amable y sonriente. Un líder, un capitán de manual, que permanece en la élite cuando su generación hace tiempo que disputa partidos de leyendas de treinta minutos. El físico no da para más.

¿Y ahora qué?

A Gigi le queda un año de fútbol para intentar ganar esa Liga de Campeones que el fútbol le debe. Y no es imposible, el bloque de la Juventus es sólido y con algún fichaje podría plantarse otra vez en la final. Sea como sea, su carrera se cerrará, si el increíble Donnarumma no le arrebata el puesto antes, defendiendo la portería de Italia en el Mundial de Rusia 2018. Justo veinte años después de aquel Mundial de Francia al que acudió como tercer portero. Piense, lector, qué hacía usted en 1998, cómo era su vida. Buffon ya estaba ahí. De hecho, parece que siempre lo haya estado. Esa es su grandeza.