Open de Australia
Imposible no emocionarse
El Ojo de Halcón, tan frío, tan certero, alargó el partido unos segundos más. Interminables para Roger Federer, que a sus 35 años esperaba compungido que la tecnología dictaminase que acababa de ganar su décimo octavo torneo de Grand Slam. Al otro lado, Rafael Nadal, la bestia competitiva, ya intuía que el partido ante el suizo había acabado, que su retorno al máximo nivel se había quedado en el último escalón. Y así fue. Federer, más consistente en los momentos clave, supo jugar dentro de la pista, hacerse fuerte con su servicio y rematar el partido con su mejor tenis en muchísimos años. Su maravilloso revés fue un martillo que acabó derribando a Nadal. Pero Rafa también ha ganado. En Australia ha demostrado que vuelve a ser un jugador competitivo, a disfrutar jugando al tenis. Y eso es un triunfo mayúsculo para el de Manacor.
- La victoria de Nadal
Hace unos meses casi nadie esperaba a Rafa en estas batallas y a estas alturas de 2017. Las lesiones y las dudas se habían apoderado de él, pero lejos de rendirse buscó soluciones, alternativas. Con 30 años añadió a Carlos Moyá a su equipo de trabajo, modificó su juego y recuperó el tono físico. A partir de ahí se puso a trabajar y a ganar confianza. Su agónica semifinal con el búlgaro Dimitrov es el camino a seguir el resto del año, porque sólo la mejor versión de Roger Federer le ha privado de lograr el título en Melbourne. Lo del suizo es un caso aparte. Ganar a su edad, 35 años repito, tras cinco años de sequía es casi un milagro. Algo así como el oro en longitud de Carl Lewis en los Juegos de Atlanta 96, el crepuscular Zidane llevando a Francia a la Final del Mundial 2006 o George Foreman noqueando a Michael Moorer a los 45 años. Tipos de otra pasta, héroes deportivos como Federer. Y como Nadal. A los dos, gracias por emocionarnos una vez más. Gracias por los recuerdos.