LaLiga Santander
«Sólo falta que pinche el Barcelona»
El Santiago Bernabéu vivió una auténtica fiesta para despedir la temporada y mi querida Puerta 55 no podía ser menos, claro. El Real Madrid logró adelantar al Atlético en la clasificación, el Barcelona siente el aliento blanco en el cogote y todo era optimismo tras el partido ante el Valencia: el madridismo cree que se va a conquistar la Champions y que el Granada puede pintar la cara a los de Luis Enrique en la última jornada. Creen en la Liga. Además, el reconocimiento a Arbeloa fue la guinda perfecta para decirle un «hasta luego» al templo blanco.
«Soy del Granada»
Mucha gente salía diciendo: «Soy del Granada». El aficionado madridista le ha visto el lado bueno a la jornada. «Se necesitaban dos pinchazos y ahora sólo queda que tropiece el Barça en Los Cármenes el próximo fin de semana», me decía un veterano seguidor, que ha visto remontadas imposibles y más difíciles todavía. El tiburón blanco del tertuliano de «El Chiringuito» Juanma Rodríguez, por cierto, sigue haciendo estragos en la Puerta 55. Incluso un socio se me acercó con uno de juguete, insistiendo en que el Madrid puede morder la Liga hasta el último momento y llega con los dientes muy afilados.
No dan miedo
Muchos aficionados salieron del estadio cachondeándose del tropiezo del Atleti en el Ciudad de Valencia. «¿Qué les ha pasado a los del Cholo, Nacho?», me preguntaba un socio con sonrisa de felicidad. «¡Si han perdido contra los últimos! ¿Así nos quieren ganar la Champions?». Los madridistas no tienen ningún miedo al equipo rojiblanco para la final de Milán. «Les va a pesar lo de Lisboa», me decía un peñista, que espera que los del Cholo vean fantasmas durante la final del 28 de mayo. «El minuto 93 no se olvida fácilmente». Pasarán muchos años, amigo...
«Hasta siempre, capi»
Por supuesto, había que preguntar al madridismo por la figura de Álvaro Arbeloa, que ayer se despidió de su casa, que es el Bernabéu. Los cánticos hacia su persona fueron constantes durante todo el encuentro ante el Valencia. Y también después del pitido final, en la calle Padre Damián. Yo trataba de preguntar acerca del «espartano», pero me resultó prácticamente imposible. En cuanto los aficionados escuchaban su nombre, comenzaban a corear al unísono: «¡Arbeloa, Arbe, Arbeloa!» Algunos llevaban su camisetas y las portaban orgullosos. Otros sujetaban pósters con la imagen del bravo defensor madridista. Todos tenían algo en común: se rendían al eterno capitán. Y yo, también: gracias, Arbeloa. Hasta siempre, capi.
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