Titan Desert Almería 25

Ahmed Younoussi, de cruzar el Estrecho en el techo de un camión, a la Titan Desert

Es actor, pero llegó a España escondido después de vivir en la calle entre Tánger y Ceuta. Al octavo intento consiguió cruzar

Ahmed Younoussi en la Titan Desert Almería
Ahmed Younoussi en la Titan Desert Almería4 miradas, una meta

Ahmed Younossi intentó cruzar el Estrecho siete veces. «Cuando salí de mi casa tenía unos 7 años aproximadamente. Y cuando crucé, pues tendría alrededor de los 8 y medio o 9», cuenta. «Vivía en la calle, he estado en la calle entre Tánger y Ceuta, que eran los puertos desde donde podía salir. Estuve en Tánger un tiempo, no lo conseguí y conocí a un chico que me dijo que había posibilidades en Ceuta. Llegué a Ceuta y pensé que era Francia. Era el desconocimiento. En Ceuta aprendí a hablar así un poquito español. Y con ese español me fui enterando un poco de dónde estaba», recuerda Ahmed. «Al año de estar en Ceuta, conseguí cruzar en el cortavientos de un camión y aterricé en Barbate. Yo me quedé dormido en el trayecto y no sabía dónde estaba», añade.

Ahmed cuenta su historia después de la primera etapa en la Titan Desert Almería, donde acudió como parte del equipo «4 miradas, una meta». «Yo soy deportista, me gusta hacer deporte, pero no soy profesional. Salgo con la bici, me gusta hacer calistenia, mi cuerpo me ayuda a montarme en bici, pero a la Titan se le respeta. A la Titan se le respeta porque para hacerla tienes que ser o sentirte al menos un titán. Y yo a partir de ahora creo que he empezado a sentirme un titán», dice.

Ahmed ahora es actor y fue en la gira de la obra de teatro «14.4» cuando conoció la iniciativa de Superacció que le ha llevado a correr en Almería. La asociación ayuda a chicos que son como él fue después de llegar a Barbate solo con 8 años. «Me encontré a tres muchachas en Barbate que supongo que vendrían de fiesta, que la verdad que me haría mucha ilusión volver a verlas, porque no las he vuelto a ver. Venían en un Golf negro, pararon, yo estaba en una gasolinera porque tenía un número de teléfono al que quería llamar y en las gasolineras antes había un teléfono. Y estas chicas me vieron, me metieron en su coche y me llevaron a su casa con ellas. Y a partir de ahí, pues empezó un poco la aventura hasta el día de hoy», explica.

Desde ahí llegó a Madrid, al centro de menores de Hortaleza, pero apenas estuvo unos días. «Dos, tres meses, porque Hortaleza es un centro de distribución, es un centro de acogida, pero temporal», cuenta. Luego pasó por un centro de menores de Vallecas y allí le cambió la vida. «Uno de los educadores ya me hizo un acogimiento familiar. Y de estar en un centro, pasé a estar en una casa, con mi habitación, con mi instituto al lado, con mis amigos y a ser un adolescente más. Mi adolescencia es una de las mejores adolescencias que he visto en mi entorno, he estado bien, tenía comida, tenía habitación, tenía casa, tenía ropa, tenía mantas, tenía transporte, tenía mi paga, tenía mi instituto al lado, mis amigos, lo que cualquier niño o niña desearía. Y lo tuve gracias a Borja, a Francisco José Valcárcel Fernández, que es para mí un dios prácticamente», asegura.

Ahmed buscaba la oportunidad de llegar a España porque pensaba que aquí el dinero caía del cielo. «Luego ya me di cuenta de que no, que caía agua, igual que en Marruecos. Pero al principio, tienes esa idea de lo que ves en la tele, de lo que te cuentan, de los carrazos que ves bajar. Yo pensaba que aquí lo difícil era cruzar, pero cruzas, te coges una bolsa de Mercadona, te mueves así, y ya eso se llenaba de billetes», cuenta.

«Ya una vez que llegas aquí te das cuenta de la realidad, te das cuenta de que es un país en una situación mejor que el tuyo, pero que tampoco hay nada gratis, que vas a tener que currar, que esforzarte, que adaptarte, que integrarte, y todo eso va a llevar un esfuerzo y un tiempo. La gente que he tenido me lo ha puesto fácil también. He podido aprender el idioma, he podido aprender a expresarme, aprender a decir que estoy bien, que estoy mal, que necesito esto, aprender a preguntar a los demás qué necesitan, cómo están, y eso me parece un aprendizaje importante, porque te hace más persona y mejor ser humano», añade.

Ahmed se fue de casa de su educador con 18 años y una novia. Pero Borja no lo dejó solo. «Me había ido de casa, pero me traía la compra, me venía a ver», dice. A esas alturas la actuación ya había llegado a su vida un poco por casualidad. «Fue para un corto que hablaba de un chico que había venido bajo un camión y el director quería algún chaval que hubiera pasado por eso para asesorar. En ese asesoramiento, Juan Gautier, el director, me dijo, oye, ¿lo quieres hacer tú? Y yo, Juan, yo no puedo, pero si tú me ayudas, sí. Y juntos hicieron el corto «Metrópolis Ferry», que fue preseleccionado para los Goya. Después llegaron Juan Diego Botto y su familia y Sergio Peris Mencheta. «Si soy el actor que soy también en parte, en gran parte, es gracias a Sergio. Y a Cristina Rota y a su hijo Juan Diego Botto, que también me dieron la oportunidad de estar en la escuela, me becaron, y me apoyaron y me acompañaron en ese camino», recuerda.

Sergio Peris Mencheta es el director y Juan Diego Botto el autor de «14.4», la obra que ha representado por toda España y que hace referencia a la distancia más corta que separa Marruecos de España. Ahora espera fechas para volver a girar con ella.

Pero antes queda una pregunta. ¿Qué piensas cuando escuchas hablar de menas? «No quiero. Para llamar a un ser humano, para llamar a una persona mena, creo que primero no te tienes que respetar ni a ti mismo. Tampoco tendrás la capacidad de respetar a otros seres humanos que están a tu alrededor», sentencia.