Tour de Francia

Francia

Froome también asusta bajando

Con una exhibición en el descenso del Peyresourde ya manda en el Tour

Christopher Froome celebra su victoria en la llegada a meta en Bagneres-de-Luchon, en los Pirineos.
Christopher Froome celebra su victoria en la llegada a meta en Bagneres-de-Luchon, en los Pirineos.larazon

Chris Froome venció en la octava etapa del Tour y se vistió con el maillot amarillo de líder, tras atacar en el descenso del puerto de Peyresourde.

Y cuando ya se temía el fiasco, cuando ya se mascaba la tragedia, cuando, en medio del bostezo y la ensoñación se funden el cansancio y el aburrimiento del aficionado que lucha por mantener los ojos abiertos y no caer en el sopor y la siesta, coronado el Peyresourde y después de la consecución de subidas al bello y tan desaprovechado Tourmalet, al Hourquette d’Ancizan y al Val Louron sin que nada pasara, entonces, en plena cima y con diez kilómetros de descenso hasta Bagneres de Luchon, Chris Froome mete el plato, se enciende y dispara. Y el Tour estalla.

No mira atrás Froome. Ni siquiera puede ver que Nairo, que acaba de coger un botellín a su masajista apostado tres metros antes del Peyresourde, tan plácidamente se está refrescando el gaznate como un turista sentado en la terraza de un bar a la orilla de la playa. Y para cuando se da cuenta, cuando quiere reaccionar, Froome ya tiene unos metros de distancia que serán insalvables, pues le sepulta a uno, el colombiano, que mira para atrás y no sabe qué hacer y da alas al otro, al keniata blanco y valiente que tanto asustaba hasta ayer en las montañas y que ahora intimida también en los descensos.

El camino hasta Bagneres de Luchon es un tobogán que lanza a Froome. El nuevo líder del Tour se levanta de su sillín para apoyarse en el cuadro. Apoya el pecho sobre el manillar para mandar delante todo el peso de su cuerpo –que tampoco es mucho, visto el manojo de huesos que es– y empujar más la bicicleta. A 90 kilómetros por hora. Un suicida. El Tour no sólo se gana subiendo. «Quizás he arriesgado un poco, pero me he divertido». Y mientras, Quintana, perdido y despistado no supo cómo reaccionar. «Nos hemos descuidado un momento, estaba esperando a que llegara uno a ayudarme y no lo ha hecho».

Apuntaba con el dedo directamente el colombiano a su compañero Valverde que, hecho su trabajo en los cuatro puertos, se retiró de las posiciones cabeceras en el final de la etapa, como gregario reconvertido que es. «Lo que no entiendo es cómo se ha quedado ahí siendo para abajo», opinaba el murciano sobre su compañero. «Yo he hecho mi trabajo, todo lo que he podido, y a seguirle la rueda tenía que estar él», replicaba. No le faltaba razón al bueno de Valverde. A la hora de la verdad, son los líderes los que tienen que responder.

Y Nairo, por despiste y falta de fuerzas no lo hizo. No pudo. «Nos ha picado un tiempo considerable», reconocía. 23 segundos ya tiene de renta el del Sky en la clasificación general. Trece con los que entró de ventaja en meta, más otros diez de bonificación, el premio por un espectáculo así. El que dejó a Nairo Quintana, el otro gran favorito al triunfo final, anonadado, asustado, como todos ante el enorme coraje y la tremenda exhibición de Froome.