
Vuelta a España 25
Las protestas a favor de Palestina revientan la Vuelta en la llegada a Bilbao
Los violentos pretendieron invadir la línea de llegada y los tiempos se tomaron a tres kilómetros de meta
Cuando los ciclistas cruzaron la meta en la Gran Vía de Bilbao por primera vez, la organización de la Vuelta decidió que algo había que hacer. «Hemos visto que la situación era prácticamente incontrolable y había que reaccionar», explica Kiko García, el director técnico de la carrera. La llegada estaba poblada de banderas palestinas y alborotadores progazatíes amenazaban con derribar las vallas de protección e invadir la línea de llegada en protesta por la presencia del equipo Israel.
Fue entonces cuando la organización de la Vuelta decidió dejar la etapa sin ganador y tomar los tiempos a tres kilómetros de la llegada para proteger a los corredores. La protesta pacífica se había convertido ya entonces en una amenaza de violencia que ponía en riesgo la seguridad del pelotón.
Ya había empezado con problemas el día cuando un grupo de manifestantes cortó la salida neutralizada. Banderas palestinas e incluso alguna israelí con una esvástica se habían dejado ver cerca de la línea de salida. Y en la primera subida al puerto de El Vivero un grupo de manifestantes «toreaba» con una bandera al paso de los ciclistas. En el paso por algunos pueblos, los violentos ya intentaron derribar las vallas para invadir la carretera al paso de los ciclistas.
«El primer paso por meta daba miedo», confiesa Patxi Vila, uno de los directores del Bora. La sensación la confirman algunos miembros de la carrera. Al paso por la línea de llegada el ambiente estaba desbordado y después, donde tenía que haber ciclistas había agentes de la Ertzaintza.
Aunque algunos, como Tom Pidcock, hicieron caso omiso, la recomendación a los corredores es que omitieran el paso por meta y fueran directos a los autobuses de los equipos, en la explanada exterior del estadio de San Mamés.
Allí esperaba el bus del Israel, acordonado por la Policía. Junto a él, el propietario del equipo, el multimillonario próximo a Netanyahu Sylvan Adams, que se unió el domingo a la caravana de carrera y también esperaba la llegada de los corredores para marcharse camino de Cantabria, donde haría noche, escoltado por la Ertzaintza. Al cruzar la frontera, la Guardia Civil tomaría el relevo para proteger a los corredores. «Mal», acertaba a decir el director del equipo, el español Óscar Guerrero, al preguntarle cómo estaba el equipo. «Estoy viendo sufrir a amigos», dice Patxi Vila. Cuando el autobús del Israel arrancó, recibió los aplausos de los aficionados presentes, que hasta entonces prestaban más atención a lo que sucedía en el del equipo Visma, el del líder, Jonas Vingegaard.
«La solución sólo es una para que esto se calme, para que todo vuelva a la tranquilidad, pero no podemos tomarla nosotros», dice Kiko García. Tampoco los equipos. Israel, como equipo del World Tour, tiene el derecho y la obligación de participar en todas las carreras de máximo nivel, entre ellas las tres grandes.
Algunos equipos ya han manifestado su opinión de que lo mejor es que Israel abandone la carrera, «pero no es una decisión oficial», añade Kiko. «Sabemos que la situación en principio va a seguir existiendo mientras la situación deportiva no cambie», admite. «Intentamos velar para que los corredores estén bien y que el espectáculo siga adelante. Hay que proteger a los corredores pero también a la carrera. Alguien tendrá que valorar si hay que proteger a una carrera internacional como la Vuelta o a un equipo», dice. La organización ha intentado convencer a los gestores del equipo Israel de que lo mejor es que salgan de la carrera, pero de momento sin éxito.
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