Champions League

Atlético de Madrid

El penalti que había que meter

Simeone no paró en la banda durante todo el partido
Simeone no paró en la banda durante todo el partidolarazon

Cantó el Calderón dos goles en apenas tres minutos. Había entrado el partido en un momento de zozobra después del buen comienzo del Atlético y el marcador del estadio rojiblanco indicó que a kilómetros de distancia, Vidal había marcado al Real Madrid. Ése fue el primer tanto celebrado y cuando todavía no se había pasado la pequeña euforia, encontró Griezmann espacios para correr. Muchos. Setenta metros le esperaban por delante y zancada a zancada fue acercándose a la portería rival. Parecía un personaje de dibujos animados, las piernas moviéndose a toda velocidad, hasta que llegó al área y allí lo derribó Albrighton, al límite entre la línea y dentro. Pitó penalti el árbitro. Una bendición para cualquier equipo, una tortura para el Atlético, en general, esta temporada, y para Griezmann, en particular. Hasta ayer, seis fallos de nueve intentos llevaba el equipo, tres de tres el francés: uno en la Champions contra el Bayern, y contra Valencia y Leganés. Había una especie de psicosis, porque Gameiro, Torres y Gabi también habían errado sus tiros. ¿Quién asumiría la responsabilidad? No podía ser otro que el «7».

¿Quién dijo miedo? Lanzó Griezmann a su lado izquierdo y se tiró Schmeichel al otro. Gol para dar ventaja al conjunto español, que estaba siendo mejor. Y un pequeño momento de tranquilidad para Simeone, que no para quieto. Si tuviera el contador de distancia de los futbolistas, seguro que corrió más kilómetros que alguno de ellos.

Es Griezmann la estrella menos estrella de los grandes equipos de Europa, pero no por falta de calidad. Al revés, porque la combina con trabajo como pocos. Fue un tormento situado detrás de los mediocentros, como enganche, y si no llegó a apoyar algún contragolpe fue porque había retrocedido para hacer la cobertura a Koke o para recuperar una pelota en una transición del Leicester.

Comenzó muy participativo el francés, como todo su equipo. Era un Atlético de «tiquitaca» al comienzo, pero se cerraba bien su rival inglés, un espejo de los rojiblancos en el trabajo defensivo. Costaba entrar y todo eran tiros desde fuera del área, hasta que el campo se abrió para el esprint con balón del «7». Su gol de penalti es oro puro. Si no, que le pregunten al Sevilla, que en los octavos contra los ingleses falló hasta dos veces desde los once metros.