Videos
El último salto de Yago Lamela
Yago Lamela tenía sólo 36 años y un pasado esplendoroso en el atletismo. Ahora sólo queda el pasado, aquel maravilloso salto en los Mundiales en pista cubierta de 1999. Quince años han pasado que parecen un siglo. Cuando un amigo lo encontró ayer en su casa ya había fallecido. Llamó a emergencias, pero nada pudieron hacer ya para salvar la vida del hombre que soñaba con saltar como Carl Lewis.
Lamela estaba apartado del atletismo. Las lesiones acabaron con su paciencia en 2009. En realidad, nunca le trataron demasiado bien. Ni siquiera en sus momentos de mayor gloria. Yago se presentó ante el mundo con un salto de 8,56 en el mundial bajo techo de Maebashi. En verano, en los Mundiales de Sevilla de ese mismo año, ésa fue la marca que necesitó Iván Pedroso para ganarle el oro. Pero nunca volvió a sentirse igual en la pista. Acababa de llegar y ya estaba cayendo por culpa de las lesiones. Un año después, en los Juegos de Sydney, se quedó fuera de la final. En Atenas, en 2004, sólo pudo ser undécimo. Después de aquellos años las lesiones dejaron paso a otros problemas, más serios. «[Estuve] muy estresado desde 2004 a 2009, luego se fueron juntando otras cosas que me salieron mal, y al final cuando parece que la depresión es de otros, y eso no me puede pasar a mí, pues te ves ahí», explicaba en 2011 en una entrevista concedida a la cadena Ser. Yago acababa de superar unos días de internamiento en un centro psiquiátrico. En esa misma entrevista reconocía que había llegado a perderle el respeto a la vida. «Mis padres me cogieron y me llevaron allí, y me llevaron para arriba. Me trataron genial», decía. Lamela era tímido y le costaba enfrentarse al éxito, a la fama. Pero le costaba más enfrentarse a los largos días sin poder saltar por culpa del tendón de Aquiles.
«Batió el récord de Europa y daba la sensación de que podía saltar más. En el salto de longitud hay gente buena, hay talentos y luego están los genios. Yago era un genio», decía ayer el seleccionador español de atletismo, Ramón Cid, saltador como él en sus tiempos de atleta en activo, y su entrenador durante un tiempo. «Sabíamos que estaba mal, pero su muerte nos ha sorprendido y nos ha sobrecogido. Se había apuntado al curso de entrenadores que empieza en julio y me comentaba su amigo Montxu Miranda que había quedado con él para ir a Santander», cuenta Blanquer. El seleccionador estaba intentando volver a integrar a Lamela en el mundo del atletismo, del que se había desvinculado totalmente desde el momento de su retirada. «Tengo una gran sensación de impotencia», dice.
Yago se marchó muy joven a Estados Unidos. Estudiaba informática con una beca en la Universidad de Iowa y pretendía mejorar como atleta, pero la experiencia duró poco, no llegó al año y medio. Saltó bien, pero los entrenamientos no le convencían, era el único saltador blanco y su cuerpo necesitaba otros estímulos. Los encontró a su regreso a España, de la mano de Juanjo Azpeitia, el entrenador que mejor supo entenderlo y al que volvió a recurrir en sus últimos tiempos como atleta.
«Es un momento muy difícil, era mi amigo y viví muchas cosas con Yago. Me acuerdo mucho de él, una persona muy buena, bien intencionada, con un increíble espíritu de superación», dice Manolo Martínez. «No conocía los límites. No se planteaba que algo no se podía hacer, simplemente trataba de hacerlo», añade. Martínez recuerda que coincidió con Lamela en el gimnasio el día antes de que Yago consiguiese la plata en el Mundial de Maebashi. «Los japoneses se quedaban sin palabras. Yago levantó 245 kilos en sentadilla profunda. Los que estaban allí pensaban que Yago era una bestia. Siendo un chavalín se quedaron todos alucinados», comenta.
Aquel 8,56 de Maebashi sigue siendo el mejor salto de un atleta español en la historia y fue récord europeo en pista cubierta hasta 2007, cuando se lo arrebató el alemán Sebastian Bayer. «Era un chico sensacional. Cuando ganó la medalla en 1999 yo estaba allí y me emocioné», afirma María Vasco. «Fue muy grande, nunca le olvidaremos».
Aventura en Estados Unidos
Lamela se convenció de que sus piernas no tenían límites durante su estancia en la Universidad de Iowa para estudiar informática. Era el único blanco en los concursos de saltos, pero eso no le impedía ser el mejor. Llegó allí queriendo ser Carl Lewis, pero sólo pudo encontrar su mejor nivel a su regreso a España.
✕
Accede a tu cuenta para comentar