
Opinión
España y la selección que NO nos merecemos
Luis de la Fuente es el hombre del verano. Su mérito es su ductilidad y su aversión a los maximalismos

El hombre del verano, a falta de que Nadal gane el oro olímpico o de que el juez Peinado ilumine la ciénaga de corrupción de La Moncloa, es Luis de la Fuente. Más importante que la victoria en la Eurocopa, como un Kavafis riojano, nos ha enseñado la importancia de disfrutar del camino: desde aquella iniciática goleada a Andorra en la preparación e incluso antes, cuando capturó a Lamine Yamal con su precoz internacionalidad frente a Chipre y Georgia. En el país de las trincheras, en las España de los MENAS, es casi imposible sustraerse de lecturas políticas sobre el carácter multirracial de la selección. Lo hacen los políticos porque antes lo hacemos en la barra del bar. Por eso no nos merecemos a De la Fuente ni a esa alegre muchachada que nos ha pintado una sonrisa en este verano, otro, de crispación.
La hazaña del seleccionador no ha consistido en alinear a dos centrales franceses ni a dos extremos oriundos de África. Qué tontería. Confeccionar, hoy en día, un plantel deportivo sobre criterios raciales es impensable. Lo meritorio en el seleccionador ha sido depositar el ego en la puerta de su casa cada día. Su tocayo y antecesor, Luis Enrique, afirmó en vísperas del Mundial que España contaba con el mejor seleccionador del torneo e hizo el ridículo entre decisiones extravagantes y delirios de streamer adolescente. Españolísimo en su actitud de «conmigo o contra mí», era una máquina de cabrear. Lo meritorio en De la Fuente es su ductilidad y su aversión a los maximalismos. Desde su nacimiento en Haro para triunfar en el Athletic insobornablemente étnico de los ochenta hasta su autoproclamación como católico y taurino en plena hegemonía cultural de la media España atea y animalista, su serenidad ante las humanas contradicciones marca su ejecutoria. Habita las antípodas del cipotudo carpetovetónico y lo mismo decreta un recital de toque con Rodri al cargo que encierra al equipo para lanzar fulgurantes contragolpes; e igual se entrega al talento adolescente de Lamine Yamal que confía en la venerable veteranía de Jesús Navas. Siempre apelando, eso sí, a la necesidad de supeditar los intereses individuales a los colectivos y de convivir con el entorno con las menores tiranteces posibles. «Para venir a la selección hay que ser buena persona», dijo en noviembre de 2023. Pues eso: no nos lo merecemos.
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