Liga de Naciones
España también derriba el muro en Europa
La selección se impone a Francia en la final de la Liga de Naciones (2-0) con Aitana como gran figura. La Roja ya era la mejor del mundo y ahora lo es del continente
España se ha acostumbrado a derribar muros. Lo hizo en agosto en el Mundial, dentro y fuera del campo, y en menos de una semana se ha clasificado para los Juegos y ha ganado la Liga de Naciones. Y lo he hecho como siempre, a su estilo, con la cabeza levantada y la pelota en el suelo. Con ese manera de entender el fútbol que une a todas las selecciones españolas. Y con Aitana demostrando otra vez por qué fue la mejor jugadora del mundo el año pasado. Y por qué sigue siéndolo. La Balón de Oro fue elegida también la mejor jugadora del partido. Una rutina para ella.
La «6» de España remató el gol que derribó el muro que habían construido las francesas. Una jugada que comenzó en un robo de balón de Laia Aleixandri, sustituta de Tere Abelleira como mediocentro, y que pasó por todos pies que debía hasta llegar a Aitana. Mariona, Jenni Hermoso, Olga Carmona y, por fin, Aitana, para empujarla en el área. Después se fue al banquillo abrazar a Eva Navarro y a Oihane.
Como si no hubiera pasado el tiempo y España siguiera instalada entre Nueva Zelanda y Australia, recorriendo el camino que la llevó a ser campeona del mundo por primera vez. Pero este equipo se ha acostumbrado a hacer cosas que nunca se habían logrado, a pisar terrenos desconocidos por primera vez. Nunca, por ejemplo, había ganado a Francia. Y fue a hacerlo en una final, la de la Liga de Naciones, que también pisaba por primera vez.
Las rivales miran a las jugadoras españolas y ven a las mejores. A las que se llevan los reconocimientos, como Aitana, y a las que tienen muchísimo fútbol, pero menos visibilidad. Como Mariona Caldentey, que marcó el segundo gol poco después de regresar del vestuario para confirmar que la Liga de Naciones se quedaba en España.
Muchas cosas tenían que cambiar las francesas para dar la vuelta al partido. En el fútbol hay equipos que proponen y equipos que esperan. Como en la vida. Y Francía llegó a La Cartuja a esperar qué pasaba, a intentar que España cometiera un error para aprovecharlo. «La posesión es buena si es efectiva», decía antes del partido su seleccionador, Hervé Renard, un futbolista discreto y un entrenador curtido en el mundo de las selecciones africanas. El trabajo de seleccionador francés es el primero para él en el fútbol femenino, pero el método es el mismo, el físico por encima del juego.
Y con eso no le da para ganar a España, que mueve la pelota más rápido de lo que se mueven las jugadoras francesas. Ni siquiera notaba España las ausencias de dos de sus futbolistas fundamentales, Tere Abelleira y Alexia, aunque esta vez sí estuvieran en el banquillo. Ni que fuera Laia Aleixandri, una central adelantada, la que ocupara el mediocentro. La pelota se movía igual de bien e igual de rápido. Y Laia aporta en esa zona la costumbre del trabajo defensivo que se vio en el primer gol del partido.
Fueron dos los que marcó España, pero pudieron ser alguno más. La pelota siempre estuvo más cerca de la portería francesa. Y ya en el comienzo Salma Paralluelo estuvo cerca de marcar el primero. Lo impidió la defensa francesa, que despejó a córner la jugada que en tres toques Olga Carmona y Aitana convirtieron en una ocasión de gol.
Pudo haber marcado también Irene Paredes, que siempre remataba las jugadas de estrategia. La teórica superioridad física de las francesas se desvanecía cuando la pelota volaba hacia su área y aparecía la capitana española.
Con los dos goles y el paso de los minutos la portera francesa Peyraud-Maignan cambió de trabajo y tuvo que adelantarse hasta el borde del área para despejar los contraataque españoles, que ya llegaban envueltos en olés de la grada.
España mantuvo la portería a cero sin que Cata Coll tuviera muchos problemas para hacerlo y Montse Tomé, que sólo hizo tres de los cinco cambios, guardó para el final el más significativo. Pasado el minuto 80, la cuarta árbitra enseñó la pantalla con el número «10» para que saliera Jenni Hermoso y el «21» para que entrara Vicky López. Igual que había hecho en la semifinal contra Países Bajos. Como si quisiera representar el cambio generacional. Jenni casi dobla la edad a Vicky.
Y para que la conexión entre el futuro, el presente y el pasado fuera completa, cuando las jugadoras españolas se preparaban para la ceremonia de entrega de premios entraba al césped Virginia Torrecilla para entregar la copa que recibiría Irene Paredes.
El tiempo pasa, pero España disimula y hace como que no, como si el Mundial no hubiera acabado y España siguiera ganándolo. Ahora tocaba la Liga de Naciones y nadie bajó del palco para estropear la fiesta.
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