Fórmula Uno
Ferrari es la casa de los líos
La «Scuderia» vivió en Hungría un nuevo desastre con polémica estratégica incluida entre Leclerc y Sainz. El drama ya no es que Red Bull sea inalcanzable, es que Mercedes y McLaren están por delante
Es un mito de la Fórmula Uno. Es su escudería más conocida. La mejor valorada, pero no consigue un título de pilotos desde 2007. Desde entonces, su crisis es total y en sólo cinco cursos han peleado por el campeonato en los últimos años. El desastre se cierne, por enésima vez, sobre Ferrari y el ridículo es cada vez mayor. Ni siquiera los mejores pilotos de la última década han podido paliar esta sequía de victorias. Ni Alonso ni Vettel, ambos campeones del mundo, pudieron cambiar el rumbo y salieron de Maranello asqueados por el funcionamiento interno del equipo, metido en mil absurdas batallas políticas y una idiosincrasia que cada vez se aleja más de la competitividad necesaria para ganar en la F-1.
Hace tres años, los responsables tuvieron la valentía de creer en la palabra de Mattia Binotto, al que le dieron la suficiente confianza para que armara un proyecto fuerte y que se consolidara en el futuro. Como hicieron a finales de los 90. Pero el año pasado fue despedido cuando, más o menos, empezaba a estar en la senda correcta. Las intrigas de su piloto mimado, Charles Leclerc, dirigido por su representante, Nicolas Todt, terminaron por desestabilizar un proyecto que, al menos, sabía dónde iba. Cambiaron a Binotto por un exsocio, y viejo conocido, Frédéric Vasseur, y ahora son muchos los que se acuerdan todavía del anterior jefe de equipo, que ahora dedica el tiempo a sus viñedos en Italia.
En Hungría, Ferrari volvió a vivir el enésimo desastre. Se han mostrado incapaces de alcanzar a Red Bull y ahora Mercedes y McLaren los han superado. Y es mucho peor cuando la cúpula pretende favorecer a un piloto en contra de los mejores intereses de la escudería, aunque para ellos beneficiar a Leclerc sea lo correcto.
Carlos Sainz salió con una estrategia de neumáticos diferente a la de su compañero. El sábado, el madrileño la pifió en la clasificación, acabó en el undécimo puesto y la lógica decía que salir con ruedas blandas era lo mejor para ganar algún puesto en la salida. Neumáticos con mayor agarre al principio, pero con menos duración. Los planes salieron bien, sin embargo, cuando alcanzó a su compañero el equipo lo paró. Le impidió adelantar a Leclerc. No quisieron batalla entre ambos a pesar de que sabían que Sainz lo tendría difícil por su estrategia. Después, una mala parada en boxes hizo que Leclerc perdiera mucho tiempo. No acabó ahí.
Vueltas después llamaron al monegasco para parar en boxes, algo que luego se convirtió en una posición ganada, la que le quitó a Sainz. Ni siquiera una sanción de cinco segundos por rebasar el límite de velocidad en boxes permitió a Sainz superarle. Finalmente acabó octavo por detrás de Leclerc. El madrileño, educado donde los haya, no quiso comentar demasiado al final de la carrera, pero la posterior reunión con el equipo fue tensa. Además, en el fondo empieza a existir la presión por las renovaciones. Ambos pilotos terminan contrato en 2024 y hay cierta tensión. El que más está estirando la goma es Leclerc, que está llamando a las puertas de varios equipos, Red Bull y Mercedes, en caso de que Hamilton fiche por la escudería italiana, algo que no es descartable. Sainz ya ha dicho a Ferrari que quiere conocer su futuro en Italia a final de este año para tener cierto margen, aunque la renovación es más que posible, a menos que el proyecto de Audi (ahora Alfa Romeo) se convierta en realidad antes de lo esperado con el cambio en la normativa de motores. Allí le espera Andrea Seidl, con el que trabajó en McLaren.
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