
Fórmula Uno
El hundimiento de Hamilton
El siete veces campeón del mundo vive en Ferrari su peor momento en la F-1. El inglés quiere intervenir más en el equipo, pero se topa con las «familias» de la «Scuderia»

Ferrari es el sueño de todos los que alguna vez soñaron con ser pilotos de F-1. Es el equipo con mayor número de victorias (248) y títulos (16) a lo que se añaden el aura y la magia que trasmiten sus deportivos de color rojo. Además, la afición que tiene por todo el mundo hace que todo el universo de la Fórmula Uno esté irremediablemente ligado a Ferrari y viceversa. Por eso, la «Scuderia» tiene un plus económico del que no gozan otras estructuras, aunque ahora tengan mejores resultados. Pero el sueño, en ocasiones, se puede convertir en una pesadilla. No es una escudería al uso. La presión y la política, en Italia es una cuestión de estado porque representa al más alto nivel la industria del país, están muy presentes y su forma de trabajar se aleja de la frialdad y la extrema seriedad de los británicos, cuyo país acoge la mayoría de las fábricas del Mundial. Lewis Hamilton, que nada tenía que ganar ya en Mercedes, quiso cumplir el sueño de la niñez, al margen de los 100.000 euros diarios de sueldo, y meses después de conseguirlo está al borde del hundimiento personal.
El coche no funciona, la escudería comete errores y desde 2008 no consigue un título. El inglés no ha encajado en la filosofía italiana, que a pesar de tener en sus genes la competitividad pasan los años y no encuentra un proyecto consistente. El pasado fin de semana en Hungría el siete veces campeón del mundo quedó eliminado en la Q2 en la sesión de clasificación y en la conferencia de prensa se mostró hundido: «Soy un inútil, un completo inútil. Entiendo que Ferrari tendría que estar buscando otro piloto», soltó en su entrevista a Sky Sports.
«El equipo no tiene ningún problema; ya han visto que el coche está en la ‘‘pole’’. Así que, probablemente, lo que necesita Ferrari es cambiar de piloto. Conduje fatal, pero es lo que hay», afirmó con un tono de voz y una seriedad nunca antes vista en el piloto inglés. Al día siguiente, en carrera, acabó duodécimo y con unas sensaciones terribles. No es la primera vez que un piloto comenta y deja entrever su fragilidad mental. Hace semanas ya lo hizo Lando Norris y ahora lo hace uno de los dos pilotos más laureados.
Desde Ferrari lo entienden como una forma de mostrar la debilidad al enemigo, pero Hamilton está sumido en una profunda crisis a la que no ve salida. Esta situación no es nueva en Maranello. Pilotos de la talla de Prost, Schumacher, Alonso y Vettel sufrieron la misma «enfermedad». En el caso del alemán logró ser campeón en cinco ocasiones. Llegó a la escudería en 1996 y hasta 2000 no conquistó su primer título. Luego vendría todos seguidos, pero aquella época no ha vuelto a repetirse y no hay atisbos de que vuelva a hacerlo.
El proceso de construcción para alcanzar el éxito en la F-1 es muy complejo. Ahora es McLaren la que triunfa (conquistó el título de Constructores el pasado año), pero no hay que olvidar que desde 2008 no ganaban, precisamente, con Lewis Hamilton como piloto. Los rumores sobre la crisis de Hamilton no se han hecho esperar e incluso se especula con una posible espantada a final de temporada, aunque este extremo es bastante improbable. El inglés quiere intervenir más en la organización del equipo, pero en Ferrari existen «familias» dentro de la factoría que complican mucho este aspecto. Fred Vasseur, actual jefe de equipo, no parece tener la mano de hierro que en su momento tuvo Jean Todt, uno de los artífices de la época dorada de Ferrari.
En 20 años, Red Bull ha tenido un jefe de equipo, Christian Horner, que logró ocho títulos, mientras que en Ferrari han pasado más de cinco y no consiguieron nada. Es la diferencia entre la estabilidad y la poca paciencia que suele haber en el seno de la Scuderia, donde las presiones son insorportables y quieren resultados inmediatos. La F-1 necesita ya las victorias de Ferrari.
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