Afganistán

Khalida Popal: la pionera del fútbol afgano que jugaba a escondidas en una cancha de la OTAN

La primera capitana de la selección femenina de Afganistán, que sufrió en sus carnes la brutalidad talibán, lanza un desgarrador mensaje sobre sus compañeras: “Van a por ellas”

Khadila Popal, con un balón del Barça en su ciudad favorita, Barcelona
Khadila Popal, con un balón del Barça en su ciudad favorita, BarcelonaInstagramLa Razón

Le han roto el corazón en pedazos por segunda vez. La caida del Gobierno afgano y el regreso de los talibanes a su país le han hecho revivir sus peores recuerdos.

“Esta publicación de nuestras jugadoras me rompe el corazón en mil pedazos. Es doloroso ver que los sueños y las esperanzas de las mujeres y niñas de Afganistán se desvanecen nuevamente. Es doloroso presenciar que no se les permite volver a soñar. Se les impide soñar.#Afghanistan”, ha publicado en redes sociales tras la “reconquista” talibán de Afganistán.

La primera capitana de la selección femenina de fútbol de Afganistán lleva ocho años residiendo lejos de su país, de donde tuvo que huir cuando vio su vida amenazada, pero sigue siendo muy consciente de las repercusiones que cada uno de sus gestos puede tener para su imagen y, sobre todo, para su familia, que sigue viviendo en aquella república islámica.

Objetivo terrorista

Muchas jugadoras y entrenadoras en Afganistán “están huyendo”, afirma Khalida Popal, fundadora y ex capitana del equipo de fútbol femenino afgano y directora de Girl Power Organization, una ONG que utiliza el deporte y la educación para empoderar y unificar a niñas y mujeres. “Sus identidades han sido expuestas y son un grupo objetivo para los terroristas”.

“Borren su fotos, sus redes... ¡Huyan!”

El gobierno de Afganistán se rindió. Activistas por los derechos de las mujeres y nuestras jugadoras de fútbol han estado luchando contra el grupo que ahora lidera el país. Necesitan protección que nunca. Sus vidas corren gran peligro”, subrayaba en otro de sus mensajes en redes sociales, mientras daba un firme consejo a sus compañeras: “Huyan de sus casas, de los vecinos que saben que son pioneras del deporte, e intenten borrar su historial. Eliminen sus canales de redes sociales, destruyan sus fotos y escóndanse”.

El historial de los talibanes en materia de derechos de la mujer es inquietante. Aunque afirman haber relajado algunas reglas de cuando controlaron el país entre 1996 y 2001, el grupo respalda políticas misóginas que impiden que las mujeres tengan empleo y busquen educación. También autoriza el uso de lapidación, azotes y otras formas de violencia contra mujeres acusadas de violar una interpretación estricta de la ley islámica. La expulsión del poder de los talibanes generó oportunidades para las mujeres afganas en los negocios, el deporte y la educación. Las primeras mujeres olímpicas del país compitieron en los Juegos Olímpicos de Verano de 2004 en Atenas, y han competido en Juegos Olímpicos posteriores y otros eventos internacionales.

El fútbol trajo la paz... y los abusos

La liga de futbol de Afganistán trajo paz y éxito al futbol afgano, pero esto solamente era para la selección masculina Si para los hombres practicar futbol era ya complicado, para las mujeres era casi imposible. Por ello, la selección de futbol femenina no se formó hasta 2007. En 10 años ya tenían un equipo sólido y se convirtieron en un faro de esperanza en el el mundo musulmán: “Si las afganas pudieron, nosotras también”.

Todo se derrumbó en noviembre de 2018, cuando el periódico británico The Guardian publicó un reportaje sobre altos cargo de la Federación de Futbol de Afganistán habían estado abusando sexualmente de las jugadoras. Las acusaciones salpicaron hasta al presidente de la Federación, Keramuddin Karim. Muchos de los agresores eran personas muy bien posicionadas tanto en la federación como en el gobierno y alzar la voz era arriesgado.

¿Quién fue la chica valiente que denunció este escándalo?

Su nombre es Khalida Popal y esta es su conmovedora historia: Tenía 16 años cuando comenzó a jugar fútbol animada por su madre, profesora de educación física. Pero tanto el fútbol como el deporte se encontraban prohibidos: el régimen talibán había prohibido los deportes para las mujeres o ir a los estadios. Así que junto a sus amigas comenzó a jugar en secreto, pateando pelotas en un patio escondido; eventualmente les prestaban una cancha en un campamento de la OTAN.

Empezó a jugar como profesional en 2003, llegó a ser capitana de la primera selección femenina de fútbol de Afganistán en 2007, disputando partidos amistosos contra Nepal, Pakistán y Maldivas. Pero, debido a la creciente popularidad del equipo femenino se convirtió en un símbolo de los derechos de las mujeres afganas y fue amenazada de muerte en varias ocasiones. Khadila comprendió entonces que “el fútbol merece una vida pero no una muerte”. Por este motivo, decidió huir a la India en 2011, donde estuvo dos meses escondida, y luego pidió asilo en Dinamarca, donde llegó a vivir a un centro de refugiados y donde reside en la actualidad.

En Dinamarca, jugó en un equipo local pero sufrió una grave lesión de rodilla, lo que significó su retirada del fútbol. Tras superar una depresión, fundó su propia organización en 2014, Girl Power,una asociación cuyo objetivo se centra en facilitar que las mujeres de minorías inmigrantes en los países europeos, las refugiadas y las personas LGTBI aumenten su autoestima y ganen confianza a través de la práctica del deporte.

Entre su últimos proyectos: diseñar un velo para mujeres jugadoras de fútbol.

Ahora vive con horror la llegada del “infierno” a su país Afganistán pero no pierde la esperanza: “Sé que volveré”.