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Historias del balón

Perico Escobal, el capitán republicano del Real Madrid que insultó a Franco y del que nadie se acuerda

Representó a la selección española en los Juegos Olímpicos de 1924, se libró de ser fusilado cuatro veces, se cagó en Franco ante Millán Astray y murió olvidado en Nueva York

Perico Escobal
Perico Escobal@Twitter/Hoy.esLa Razon

Le llamaban “El Faquir” y tenía fama de galante, seductor con las mujeres, elegante y gran conversador pero nadie parece acordarse de él. Perico Escobal fue capitán del Real Madrid en los años 20 y jugador de la Selección en los Juegos Olímpicos de París 1924 pero apenas hablaba de fútbol meses antes de morir en 2002 en su casa del exilio en Nueva York. una tuberculosis que atacó su columna por las pésimas condiciones del cautiverio era su primer recuerdo de España. Escobal murió solo a los 98 años. Nadie recordó su sufrimiento ni sus años de éxito deportivo. Su cuerpo permaneció abandonado en la morgue neoyorquina durante meses antes de que alguien le enterrara. El capitán del Madrid republicano, desapareció en el olvido. Según recogía El País en 2005 tras editarse las memorias de un capitán del Madrid represaliado en 1936.

Escobal nació en Logroño el 4 de agosto de 1903 y el fútbol le conquistó pronto. Con sólo 18 años llegó al Madrid desde el Colegio del Pilar, donde inició un camino académico que le llevó a ser ingeniero industrial. Defensa duro, defendió la camiseta blanca en dos etapas y llegó a lucir el brazalete de capitán.

Prisionero condenado a treinta años durante la Guerra Civil, estuvo a punto de ser fusilado cuatro veces pero sobrevivió. A diferencia de sus correligionarios republicanos logró salvar la vida por haber sido un célebre futbolista, lo que no le evitó ser objeto de torturas y malos tratos durante su estancia en prisión. Se exilió a Estados Unidos y Cuba, a donde marchó en barco desde la costa vizcaína, y acabó trabajando como ingeniero en Nueva York.

El horror de “Las sacas”

En 1968 escribió sus memorias, que aparecieron en inglés, en 1974, con el título de Death row (Fila de la muerte). Después de algunas ediciones casi clandestinas, que circularon desde 1981 por La Rioja, su tierra natal, se publica de nuevo el texto en español, Las sacas (Ediciós Do Castro).

Escobal llegó a ser capitán del equipo blanco y en 1924 es uno de los elegidos para representar a la selección española en los Juegos Olímpicos de ParísEse mismo año regresó a su ciudad natal para jugar brevemente en el CD Logroño, pero regresa a Madrid para jugar en el Racing.

En 1930 vuelve a fichar por el Madrid, donde juega una temporada más, antes de regresar a Logroño, donde se retira en 1934. De siempre, Escobal simpatiza con las ideas de izquierdas. Se afilia a Izquierda Republicana y llegó incluso a promover un sindicato de futbolistas.

Con el estallido de la Guerra Civil, es detenido en su ciudad natal, acusado, entre otros muchos delitos, de promover la quema de conventos. Durante tres años sufre un verdadero calvario. Recluido en un frontón de su ciudad natal, entre piojos y ratas, contrae tuberculosis, enfermedad que casi acaba con su vida. Es testigo de las ‘sacas’ y estuvo a punto de morir fusilado cuatro veces, pero siempre consiguió librarse. Según el historiador Paul Preston, «el escándalo que podía desencadenar su muerte» fue lo que le salvó.

Cuatro días después del alzamiento, un coche de la policía secreta fue a buscarle a la finca propiedad de la familia de su mujer, María Teresa Castroviejo, con la que se había casado el 7 de enero de 1935 en la Iglesia Concatedral de Santa María de Logroño. Les dijeron que no era grave, que le esperaran incluso para comer. Sin embargo, en el Gobierno Civil se encontró con una gravísima acusación: además de ser miembro de Izquierda Republicana (afiliado 961), lo que admitió, se le acusaba de haber viajado a Madrid para organizar la resistencia y esconder armas.

Su Expediente de Responsabilidades Políticas fue incoado en el verano de 1937 y en él se reconoce que no tuvo cargos políticos ni sindicales, pero se recalca su ideología de izquierdas, su vinculación con grupos masónicos y una intensa actividad a la hora de propagar ideas izquierdistas.

En base a ello quedó detenido “por considerarle contrario a nuestro Glorioso Movimiento Nacional y enemigo de los fines que persigue”. En Las Sacas relata el horror de la cárceles, las ratas, el hacinamiento, el autobús bautizado como el 28 al que subían a presos que nunca volvían, las bombillas que nunca se apagaban... Su salud era cada vez peor y sus huesos sufrían la llamada enfermedad de Pott, una tuberculosis que ataca a la columna. Pasó dieciocho meses enfermo de tuberculosis, sin poder moverse, en un camastro infecto, con el alma en vilo cada vez que los militares entraban en prisión para ejecutar a unos cuantos compañeros. En junio de 1937 fue traslado a una zona destinada a terminales.

“Me cago en Franco y en usted”

Pero se salvó. El general italiano Gastone Gambara, el enviado por Mussolini para dirigir las tropas de ayuda a Franco, eligió, por casualidad, como residencia en Logroño una casa de la familia de su mujer. Al conocer el caso logró que las autoridades españoles conmutaran la pena de cárcel por un confinamiento en Pedernales, Vizcaya. A Gambara le causó admiración la respuesta de un Escobal que se sentía muerto a Millán Astray, fundador de la legión, cuando fue a visitarle con la idea de sacarle de la cárcel si renegaba de sus ideas: “Me cago en Franco y en usted”.

Escobal se quedaría para siempre en Estados Unidos. Fue el responsable de la iluminación del barrio de Queens, trabajo que le valió el reconocimiento del consistorio neoyorquino. Solo regresó a España una vez para el fallecimiento de su madre, en 1974, pero la dictadura barrió sus éxitos y su memoria.