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El desplome de Laporta

Pasar de la lona del Bernabéu al vestuario del árbitro es una bofetada de realidad

Laporta, a su llegada a Zalacain para la comida de directivas antes del Clásico
Laporta, a su llegada a Zalacain para la comida de directivas antes del ClásicoSERGIO PÉREZAgencia EFE

Acabó el Clásico y a Ancelotti le abrazaron sus futbolistas, Xavi y los jugadores del Barça. Carletto es muy abrazable con su chicle, su palmarés envidiable y su chaleco azul oscuro de respetable notario jubilado de provincias. Fueron igual de efusivos los abrazos de los suyos que los de los rivales. Una prueba de resignada normalidad en el bando azulgrana. Como la vuelta al campo que dio el equipo blanco en la celebración de la victoria. Fue un «hemos ganado, sí, pero tampoco ha sido para tanto». Era un Clásico, algo más que tres puntos, aunque Xavi, para consolarse, diga lo contrario. La prueba es que Laporta, en vez de la foto eufórica de hace meses con sus directivos en el césped, decidió que para acabar el partido había que visitar el vestuario del árbitro. Eso es un desplome. Una sobremesa mal digerida. De las alturas de la lona a las tripas del Bernabéu en busca de explicaciones.

Los sobresalientes resultados del Madrid esta temporada han adquirido ya un carácter de rutina. Como los marcadores adversos del Barça. Los abrazos de Lewandowski y compañía fueron lo mejor de un equipo que llegaba como líder al Bernabéu y se va con una crisis de expectativas inquietante a mediados de octubre. Restan cinco semanas para el Mundial y de aquí hasta que todos estemos pendientes de Qatar pueden pasar muchas cosas y pocas buenas para el Barça.

El batacazo en Europa fue el aperitivo de un Clásico en el que fue inofensivo. La llegada de Xavi, el 0-4 del curso pasado, las palancas, Lewandowski... el Bernabéu no sintió ni las cosquillas que anteceden a los nervios con el 2-1. Fue un Clásico sin sobresaltos, sin brusquedades, sin gestos grandilocuentes en el Madrid y con una resignación de equipo inferior en el rival. Rüdiger presumió de máscara y de parche como un Camacho del siglo XXI. El resumen del Barça es la imagen de Piqué y Busquets juntos en el banquillo rumiando la derrota en Chamartín.