Real Madrid
3-4. Un náufrago en cuartos
Desastroso encuentro del Madrid: perdió contra el Schalke, que hizo cuatro goles y estuvo a uno de echar al campeón de la «Champions».
Fueron noventa minutos, pero fue una eternidad, un drama, una derrota difícil de olvidar para el Madrid, que pasó a cuartos, pero se dejó todo en el intento: el fútbol, el orgullo y también todo el entusiasmo de una afición que no encuentra motivos para sentir que este equipo puede hacer algo interesante esta temporada. Los tenía en el 2014, pero en dos meses y medio de 2015 se ha dilapidado todo sin que nadie explique el motivo de tanta pérdida. Falta juego, pero también ganas para rebelarse contra una situación que no se sabe cuánto puede durar. Se decía que el partido del Calderón era un punto de inflexión, pero fue una puerta que conducía al abismo. Ayer, frente al Schalke, ahí vivió el equipo de Ancelotti. A punto estuvo de ocurrir lo inimaginable en un estadio que miraba asombrado lo que sucedía. Le parecía tan increíble que casi fue incapaz de enfadarse. Los más veteranos recordaban aquella noche contra el Odense; otros, ese fin de temporada que protagonizó el equipo de Queiroz. El miedo se apoderó de la grada, del banquillo, de los jugadores. Todo el madridismo creía imposible lo que estaba sucediendo: que el Schalke estuvo a un paso de marcar el quinto gol, que Casillas, en una noche discreta, tuvo que hacer dos paradas al final para evitar una noche de tormenta.
No metió el quinto el equipo alemán, pero el Madrid perdió y ahora se asoma a la siguiente eliminatoria y al Camp Nou sin ninguna seguridad y sin ningún criterio. Casi todo falla en este equipo. Ayer se agarró a dos goles de Ronaldo en la primera mitad, cuando todo se iba a la deriva y el Schalke rondaba la portería rival. Era un partido para golear, para recuperar el optimismo, y el Madrid se metió de lleno en la depresión que le acosa desde hace un tiempo. Cristiano celebró el primer tanto con rabia. Empataba el partido: no hubo abrazos de los compañeros, no hubo una sonrisas. Parecía que ese remate iba a devolver la tranquilidad a un choque que, tal como se estaba desarrollando, parecía irreal. El conjunto alemán creía en lo imposible. Y lo peor: el Madrid, también. Nada cambió con el empate. Los jugadores de Ancelotti no están para nada. Agobiados, o tristes, o cansados o desganados. Es un misterio lo que le sucede a este grupo y el conjunto de Di Matteo lo olió. Sin necesidad de ningún esfuerzo o de épica, sin demostrar que es un equipo de alto nivel, volvió a adelantarse en el marcador. Antes, había disparado al larguero. El partido no había llegado al descanso y todo podía suceder. Fue entonces cuando Ronaldo marcó el segundo y otra vez se creyó que se podía pasar la noche con tranquilidad. Ya no se pedía fútbol, ni goles. Ya se había descartado la alegría para otras noches. Sólo se quería sobrevivir. El campeón de Europa, con una renta de dos goles en campo contrario, sólo quería sobrevivir.
Pocos jugadores se pueden salvar después de un choque como el que vivió ayer el Bernabéu. Están todos en un nivel que apenas es un eco de lo que eran en otoño. Ronaldo fue el que más exteriorizó su frustración y marcó dos tantos inesperadamente decisivos; Benzema hizo el tercero en un arranque de brillantez, mientras que Bale pasó por el partido siendo una sombra y sin alterarse lo más mínimo.
Modric fue la mejor noticia de una noche aciaga. El público le aplaudió como un salvador, como un héroe, y con su fútbol el partido se tranquilizó durante unos minutos. Parecía que el empate valía, que ya podían pasar los minutos, que se terminase así. Modric intentó asociarse, algo que queda lejos ahora mismo de las prestaciones de Khedira y que tampoco le sale con fluidez a Isco en los últimos partidos. Pero no era un día para celebrar nada. El Schalke empató y siguió creyendo que podía eliminar a un equipo que tanto le asustó la temporada pasada. El Madrid seguía a lo suyo: que es nada, y el equipo alemán hizo el cuarto.
Cuatro goles en el Bernabéu. Entonces llegó el suspense, Casillas hizo dos paradas, el Madrid contaba los minutos, pero seguía jugando con los tres de arriba, arriba. No pasó nada y Casillas obligó a sus compañeros, a todos, a quedarse en el centro del campo a saludar. El campeón está en cuartos, pero como un náufrago: sin casi nada a lo que agarrarse, inventándose esperanzas.
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