F. C. Barcelona
Al Barça sólo le queda la épica
Del Barça que arrasa en la Liga española no hubo ni rastro ayer en San Siro. No chutó entre los tres palos y se quedó sin marcar. Algo similar a lo que ocurrió hace un año en el mismo escenario.
Del Barça que arrasa en la Liga española no hubo ni rastro ayer en San Siro. No chutó entre los tres palos y se quedó sin marcar. Algo similar a lo que ocurrió hace un año en el mismo escenario. La gran diferencia fue que los azulgrana encajaron dos tantos ante un ultradefensivo Milan y quedaron al borde del precipicio en esta Liga de Campeones.
Alinear a tres delanteros no siempre es sinónimo de salir al ataque. Algo que Massimo Allegri se encargó de demostrar sin ningún tipo de remordimiento. Boateng por la derecha, Pazzini por el centro y El Shaarawy por banda izquierda formaron la delantera milanista. Todo era mentira, porque la misión de los tres era defender y correr detrás del balón, como la de todos sus compañeros. También eran mentira las líneas trazadas sobre la hierba, por llamarla de alguna manera, para marcar el terreno de juego. Porque en San Siro hubieran sido mucho más felices un grupo de jamelgos que uno de futbolistas.
Pero ni el planteamiento del Milan ni el estado de la hierba son excusa para explicar la poca presencia del Barcelona en el área de Abbiati, que no chutó entre los tres palos en todo el encuentro. Porque ambos factores estaban en todas las quinielas y ya va siendo hora de que los azulgrana encuentren una solución para meter el filo a partidos tan duros como éstos. Se bloquéo ante el Inter hace un par de temporadas y ante el Chelsea hace unos meses. Contra equipos muy físicos y ultradefensivos, el fabuloso juego del Barcelona no acaba de carburar y no parece que desde el banquillo aporten demasiadas soluciones más allá de la continuidad en el mejor once. Se echaron en falta las órdenes y los gritos de Tito Vilanova durante la segunda parte. No hay un pero para Roura, pero al igual que Pinto no es Valdés, Roura no es Tito.
Además, siempre que los azulgrana juegan este tipo de partidos, se repite el mismo guión. Posesión abusiva del Barça sin inquietar al portero contrario y contadas, pero peligrosísimas, llegadas del rival. El Milan sólo había corrido detrás del balón en el primer cuarto de hora, pero a la primera pelota que robó, pase largo a El Shaarawy, al que un mal control privó de inaugurar el marcador cuando estaba solo ante Valdés. El Barça había tocado y tocado, pero el meta Abbiati no sabía ni siquiera si el césped estaba mojado. En cambio, en pocos segundos de posesión, la mejor ocasión del partido, para los «rossoneri», mucho más cómodos que los azulgrana en las trincheras.
Con los once jugadores de Allegri en apenas veinte metros, los azulgrana no podían, ni sabían encontrar espacios para alcanzar el área de Abbiati. Cesc e Iniesta estaban completamente perdidos en la telaraña milanista y Messi intentaba hacer la guerra por su cuenta sin demasiado éxito. En cambio, el Milan lo tenía clarísimo y cada balón recuperado era lanzado en largo al instante buscando la velocidad de «Il Faraone». En una de éstas, ya en la segunda parte, llegó el primer mazazo. Un saque de falta, que rebotó en las manos de Zapata, dejando el balón a los pies de Boateng para que batiera a Valdés.
Aunque el gol nunca debió subir al marcador, el señor Thomson se comió el silbato, ni hacía justicia a la escasa ambición del Milan, sí reflejó lo que estaba pasando sobre el césped. El Barça no encontraba la manera de meter una marcha más al partido y era incapaz de pisar el área rival, ante un Milan muy cómodo a la defensiva. Siempre fue más fácil defender que atacar. Pero el destino se guardaba un segundo mazazo para los azulgrana, que quedaron noqueados con el tanto de Boateng. En otra contra, Muntari encontró el espacio a la espalda de la defensa y volvió a batir a Valdés con otro disparo cruzado.
Más allá del marcador, que deja al equipo de Roura casi eliminado, a expensas de una noche épica en el Camp Nou, lo peor para el Barça fue comprobar que sigue sin ser capaz de encontrar soluciones a un planteamiento como el que se topó ayer. Y no es la primera ni la segunda vez que ocurre. La entrada de Alexis en la recta final restó más que aportó, como viene sucediendo últimamente, a pesar de que el banquillo sigue defendiéndole a capa y espada. Pero el problema no fue el chileno, sino algo mucho más global. Abbiati, por su parte, sigue preguntándose si el césped estaba mojado o no.
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