Fútbol
El Atlético se libra de una goleada histórica en Anfield
Todo empezó mal con los goles de Diogo Jota y Mané y terminó peor con la expulsión de Felipe. Quedan dos jornadas y todo apunta a que los rojiblancos se la jugarán en la última en Oporto
Pudo haber sido una derrota del Atlético de esas que se recuerdan toda la vida, de las que aparecen en las pesadillas de los futbolistas y de los aficionados durante años. Y la derrota fue dura, pero no fue para tanto porque el Liverpool no acertó con el remate a pesar de que tuvo ocasiones. Muchas y muy buenas.
El Atlético amenazó en los comienzos con una llegada de Correa que puso un centro a ningún sitio cuando tenía a dos compañeros en el área esperando para empujarla. Mantuvo el equipo de Simeone la ilusión durante unos minutos, pero no la pudo sostener mucho tiempo porque no tardó Diogo Jota en dar el primer golpe. Su cabezazo en el área demostró todo lo que tenía el Liverpool a favor y lo que tenía el Atlético en contra. Centró Alexander-Arnold a la primera, la pelota botó en el área, Felipe se desentendió y el portugués no encontró oposición para el remate. El jugador que el Atlético fichó hace años aunque nunca le permitió vestirse la camiseta rojiblanca avisaba de lo que venía después.
Y lo que llegó fue otro gol, de Mané esta vez, que terminaba por vencer la resistencia del Atlético. Pero el partido se acabó definitivamente con la expulsión de Felipe, por un pisotón por detrás a Mané. Exagerada la tarjeta roja, aunque no cambió nada el futuro del partido.
El Atlético no había mostrado nada que pudiera asustar al Liverpool cuando se vio con diez jugadores y dos goles en contra. Y e Liverpool desató un vendaval que no supo transformar en la goleada que se intuía por el desarrollo del partido.
Pudo llegar especialmente en los primeros minutos de la segunda mitad. Marcó otro el Liverpool, de nuevo Diogo Jota, aunque se lo anularon en la sala de videoarbitraje por un fuera de juego imperceptible. Salah, Matip, Van Dijk... tuvieron oportunidades una detrás de otra que despertaron el instinto de conservación del Atlético, que se preocupó de no recibir más castigo antes que de buscar la igualada en el marcador.
Ese mensaje era el que mandaba Simeone desde el banquillo al retirar a Luis Suárez y a Joao Félix. También se fue Koke poco después y el Cholo recompuso el equipo sin renunciar a los cinco en la línea de atrás y con el debut de Serrano, un mediocentro del Atlético B.
La defensa rojiblanca ya no es lo que era, ni con cinco ni con cuatro en el fondo. Tiene una fragilidad que antes no le afectaba y que resulta letal contra equipos como el Liverpool. Aunque su efectividad tampoco sea la de antes.
Anularon otro gol a Miyamino por una patada previa de Diogo Jota en la cabeza de Trippier. Igual que antes habían anulado otro gol al Atlético por un fuera de juego de Giménez cuando prolongó de cabeza la pelota hacia Luis Suárez, que remató desde fuera del área para animar un poco a su equipo. La pelota dio en Matip y despistó a Alisson, pero la alegría duró poco.
Era la última oportunidad del Atlético para engancharse al partido. No tenía mucha fe y perdió la poca que le quedaba con la decisión del videoarbitraje. Después tuvo otra posibilidad Herrera en un contraataque, aunque no estuvo acertado en el remate.
Cualquiera de esas dos oportunidades hubiera despertado todos los fantasmas para el Liverpool, que ya vio como el Atlético le igualaba los dos goles de ventaja en el Metropolitano. O como le daba la vuelta a la eliminatoria en 2020, en el último partido antes del confinamiento, aunque el dominio inglés fue arrollador y pudo terminar el partido en goleada. Fue el día en que nació el nuevo Marcos Llorente, pero éste no era partido para héroes.
No había nadie llamado a cambiar la historia. Y el Atlético se condenó por su propia incapacidad. Nunca fue capaz de sostener la cara al Liverpool y regresa a casa con la obligación de competir con el Oporto por la segunda plaza del grupo.
Un buen resultado para lo que podía haber sido para el Atlético, que se va con la dignidad intacta, a pesar de la sensación de inferioridad que transmitió durante el partido.
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