Opinión

El Atlético y la estafa interminable

Los árbitros ya están influyendo directamente en los resultados desde las primeras jornadas. Es agotador

Koke lamentó la actuación arbitral al final del partido ante la Real Sociedad
Koke lamentó la actuación arbitral al final del partido ante la Real SociedadAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Sigue ocurriendo y parece no tener fin en esta temporada recién comenzada. Los árbitros continúan influyendo directamente en los resultados de los partidos y gracias a dos deplorables actuaciones en esta jornada, el Atlético ya está a cinco puntos de la cabeza de la Liga en lugar de estar sólo a uno, como debería suceder con arbitrajes, ya no buenos, pero al menos razonables.

Del juego o más bien de la falta de él se habla mucho y se seguirá hablando, pero cuando no te permiten pelear en igualdad de condiciones con los rivales directos, la competición queda absolutamente desvirtuada. Un penalti de libro de Carvajal sobre Fekir en el Santiago Bernabéu que se fue al limbo y un gol anulado a los de Simeone por incompetencia de Soto Grado alteran la clasificación del campeonato.

El arbitraje que sufrió el Atlético en San Sebastián fue escandaloso. No sólo el árbitro permitió que los de Imanol cosieran a faltas tanto a Joao Félix como a Morata, que terminó viendo una tarjeta amarilla por protestar de impotencia, sino que el criterio con las manos llevó a que subiera al marcador el gol de la Real Sociedad, pero se anulase uno del delantero madrileño. Por si fuera poco, anuló también un gol del Atlético porque había pitado falta a favor, en lugar de aplicar la lógica ley de la ventaja. Fue tal el despropósito que por fin alguien del club puso el grito en el cielo.

Como en el Metropolitano –ahora Civitas Metropolitano– han decidido prescindir de una figura que defienda públicamente al club ante tales atropellos, o incluso transmita un discurso institucional casi siempre inexistente de manera incomprensible, tuvo que salir Tomás Reñones a dar la cara ante el sentir de un vestuario donde se sienten robados y sin una comisaria cercana a la que poder acudir.

Pero la mayor estafa la recibe el de siempre. El aficionado, que se ilusiona con su equipo y que paga religiosamente para ver los partidos, en casa o en el campo, y que en el primer fin de semana de septiembre ya ha comprobado como una diferencia en la tabla que debía ser de un punto, es de cinco. Y todo gracias a la disparidad de criterios arbitrales. Es escandaloso y, sobre todo, resulta agotador.