El City sale vivo de Leipzig

No fue capaz el Leipzig de marcharse a Manchester con una ventaja que merecía. Le condenaron sus errores en la salida de la pelota. En uno de ellos llegó el gol de Mahrez. Schlager se la entregó al argelino en el borde del área, Gvardiol se enredó con ella cuando tuvo la oportunidad de despejar y a Mahrez no le quedó más remedio que marcar.

Fueron fugaces los momentos de dominio del equipo de Guardiola, que sacaba más rendimiento de la presión ante las dificultades que encontraban los alemanes para ordenar su juego desde atrás.

El gol no era una consecuencia del juego. Haaland apenas participaba en el partido y, aunque eso no tiene que ser un problema, tampoco encontraba balones en el área para alimentar su cuenta de goles. Y la que tuvo, demasiado forzada para su pierna derecha, tampoco supo mandarla a portería. Rodri también tuvo su oportunidad en un cabezazo que se le escapó.

El Leipzig no se hundió con ese gol en contra. Tomó el mando en el césped, se hizo fuerte con el balón y, especialmente en la segunda parte, encerró al campeón inglés en su campo.

No es habitual que el equipo de Guardiola tenga tantos problemas para llegar al campo contrario. A veces trataba de adormecer al rival con sus toques, pero el Leipzig no se dejaba engañar.

Henrichs, que había entrado en el descanso, tuvo oportunidad de igualar el partido nada más reanudarse. Era la primera amenaza, que reforzó André Silva poco después con un remate que despejó Ederson tras una gran jugada del portugués.

El guardameta brasileño era el hombre que sostenía al City. Tuvo que hacerlo otra vez en un disparo del húngaro Szoboszlai. Lo mandó a córner Ederson, pero no pudo resistir más y en el saque de esquina encajó el gol de Gvardiol en un remate de cabeza.

Los jugadores del City protestaron porque el croata se apoyó en la espalda de Ruben Dias, pero cuando llegó el contacto el central del Leipzig ya era inalcanzable para el jugador del City.

El gol parecía la conclusión del trabajo del Leipzig, que no quería marcharse con una derrota de su estadio. Pero el partido le pedía más y Rose, su entrenador, sólo hacía cambios ofensivos. Nkunku, Poulsen y hasta Raum, un lateral izquierdo internacional con más inquietudes ofensivas que defensivas, entraron en la segunda mitad.

Estaba en condiciones de hacer más daño al Manchester City, que a veces mostraba ramalazos de orgullo para intentar recuperar la ventaja en el marcador. Como en el disparo de Gundogan que desvió Blaswich.

Pero no hubo más movimientos. Al City todavía le quedaron ganas de protestar un penalti en la última jugada del partido por una mano dentro del área. Pero eso no evitó que Guardiola mostrara su enfado con sus jugadores sobre el césped.

El Manchester City no se reconocía en el espejo en el césped del RB Arena. El uniforme no ayudaba –jugaba con la segunda equipación–, pero el juego no era el que cualquiera puede esperar del equipo de Pep.