Real Madrid Baloncesto

Cristiano nunca tiene frío

El portugués volvió a anotar un gol clave en Balaídos y confirmó que sea cual sea el rival y la competición, su rendimiento y compromiso siempre están al máximo nivel

Ronaldo sonríe irónicamente después de recibir una falta el pasado miércoles en Vigo ante el Celta
Ronaldo sonríe irónicamente después de recibir una falta el pasado miércoles en Vigo ante el Celtalarazon

Puede que no sea el chico más simpático del mundo –especialmente para los rivales–, que las relaciones públicas no sean su fuerte y que en las recepciones y actos sociales no conozca ni cumpla a la perfección el protocolo. Es cierto también que Messi está un paso por delante en la carrera por ser el mejor del planeta, pero pocos dudan de que él está en el segundo lugar y a años luz de cualquiera capacitado para completar el podio. Más allá de todo esto, la dimensión futbolística de Cristiano es enorme y su crecimiento, tan incuestionable como su capacidad para ir superando todos los límites que le han ido poniendo en el camino.

A pesar de que su media anotadora está por encima del gol por partido desde que viste de blanco, se dijo que marcaba muchos tantos, pero pocos de los que dan títulos y no demasiados en los partidos realmente importantes. Esta teoría ha quedado en el olvido después de marcar en los últimos seis encuentros ante el Barcelona, con un doblete en el último partido de Liga y otros dos tantos en la ida y vuelta de la Supercopa del pasado verano. Su valor como estrella que aparece cuando el equipo realmente lo necesita –sin olvidar que puede fallar como cualquier mortal– está comprobado y también que no es la típica figura que se reserva para las grandes ocasiones y se esconde cuando hay más que perder que ganar.

Su competitividad y hambre de triunfo, características que le cuestan la mayoría de las críticas negativas, le sirven también para no entender de días relajados en la oficina. Ronaldo juega siempre y siempre a tope, sin guardarse nada o ahorrar el más mínimo esfuerzo. Siempre está y hasta en sus días más grises se puede rescatar algo de valor para el equipo. El miércoles por la noche, en Vigo, la lluvia y la baja temperatura no invitaban a vestirse de corto y disfrutar sobre el césped, pero Cristiano nunca tiene frío, y quizá por eso fue el mejor de su equipo y se empeñó en que el resultado no fuera tan malo como para necesitar una goleada en la vuelta para evitar el bochorno. «CR7» dio la cara, peleó y se enfadó como en cualquiera de sus finales disputadas y encontró el premio al final, muy solo en uno de esos días en los que el Real Madrid no se enchufa y es permeable al papelón. Esta versión se ha visto muy poco con Mourinho en el banquillo, pero puede que los rumores de que su tiempo en Madrid se agota le hayan hecho perder algo de capacidad de motivación sobre algunos futbolistas.

Cristiano no necesita a nadie para motivarse cuando se pone las botas de tacos. Basta su afán por ser un grande en la historia y elevar sus ya increíbles estadísticas goleadoras para que no se dé un respiro y siempre tire del equipo hacia adelante. La velada en Balaídos se fue complicando poco a poco en medio de la floja actuación colectiva y el portugués fue el soporte más sólido al que agarrarse para pasar el trago.

Es difícil imaginar ahora un Madrid sin él, y mucho más encontrar un sustituto que, por sí solo, ocupe tanto espacio dentro y fuera del campo. Este año no va a poder ni acercarse a las cifras de récord del curso pasado, pero sí que parece capaz de seguir subiendo la importancia de cada uno de sus aciertos.