Sevilla F.C.
La mala suerte se ceba con el Sevilla que marca dos goles en propia puerta (1-2)
La desgracia se cebó con el Sevilla, que marcó en propia puerta los dos goles del Bayern. La esperanza: que los locales jugaron de tú a tú contra el gigante alemán.
La desgracia se cebó con el Sevilla, que marcó en propia puerta los dos goles del Bayern. La esperanza: que los locares jugaron de tú a tú contra el gigante alemán.
¿Quién dijo que este Sevilla no tenía gol? Tres nada menos marcaron los chicos de Montella en la magna ocasión de los cuartos de la Champions, con el Bayern como rival. El único problema es que dos de ellos fueron en su propia portería, lo que complica sobremanera la tarea de clasificarse dentro de una semana en el Allianz Arena. El tanto con el que Sarabia adelantó a los sevillistas y la certeza de haber competido de igual a igual ante un gigante alimentan una esperanza que es feble, sí, pero... A algo hay que agarrarse, y también al verso del Arrebato: «Dicen que nunca se rinde».
Aunque el imponente Bayern asustó con un dominio territorial que anunciaba una mala noche para los locales, el efecto gaseoso se diluyó en pocos minutos. Antes del cuarto de hora, ya mandaba Nzonzi, responsabilizado doblemente por la ausencia de Banega pero muy cómodo en ese rol de medio total, auxiliado por el limitado Pizarro. Con Javi Martínez refugiado entre los centrales, el francés se bastaba para contener a Vidal y Thiago, dos pesos pesados algo paliduchos. El primer aviso serio fue de Sarabia, solo tras una dejada de Ben Yedder pero impreciso con su pie derecho, el menos bueno. Tenían más nombre los muniqueses pero, de momento, creaban menos peligro que los visitantes ordinarios de la Liga.
Así, fue lógico que se adelantase el Sevilla. Escudero coló un balón a la espalda de Bernat y Sarabia, tras un heterodoxo control con la tetilla, batió a Ulreich. El golpetazo fue doble para los alemanes, que enseguida perdieron al lesionado Vidal, pero la fortuna les sonrió con un empate exprés, al desviar Navas un centro de Ribery. David Soria, sorprendente titular, tardó un verano en reaccionar y blandeó de manos. A Sergio Rico lo hubiesen crucificado por un gol así y el doble error castigaba la decisión de Montella, tribunero y cobarde por no sostener al portero que, con sus paradas, ha resultado decisivo para eliminar al Atlético en la Copa y al Manchester en Champions.
La segunda mitad comenzó bajo la misma premisa que la primera, con la diferencia de que el balón le duró más al Bayern, mucho mejor aposentado frente a un rival que se encomendaba a una contra como la que pescó Correa, cuya asistencia a Vázquez fue despejada con la punterita por Hummels. Un clásico llamaría «dominio territorial» al ejercido por los teutones, que le metían más miedo a la grada que a Soria. Pero la noche iba de desgracias, y fue otro compañero quien lo batió por segunda vez, Escudero ahora al mandar a la red un cabezazo inocuo de Thiago. Sin fuerzas pero corajudo, el Sevilla rozó con dos zurriagazos de Nzonzi y Sandro un empate que mereció sobradamente. Pedigrí, eso fue lo que faltó.