Fútbol y pasíón
Las dos iglesias españolas que esconden entre sus muros los escudos de Athletic y Barça
El fútbol es más que un deporte, es pasión y, para muchos, incluso una religión que ha quedado plasmada en la historia y en los templos.
Estamos en plena Semana Santa, tiempo de fe y recogimiento. Unas creencias en las que el fútbol también cuenta con una página en la historia. Y es que arte de dar patadas a un balón es mucho más que un deporte. Es una pasión, una forma que vida que trasciende al césped. Su poder es tal que ni si quiera los reyes han escapado a él. El fútbol siempre ha sido un escenario ideal para que los diferentes sistemas políticos y un hábil instrumento de propaganda para los regímenes más autoritarios. El deporte rey nos ha dejado goles, jugadas de ensueño, triunfos y derrotas pero también un sinfín de anécdotas curiosas que no deben caer en el olvido.
No es extraño que las máximas estrellas del balompié mundial se encomienden a sus dioses e incluso decidar incluirlos entre sus tatuajes como tampoco lo es que el espíritu futbolero pueda verse en procesiones y hasta en templos. Y así lo demuestran estas dos historias.
El espíritu de San Mamés, en Trujillo
La Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo, en la provincia de Cáceres, es una iglesia románica del siglo XIII y tiene una historia marcada por reconstrucciones y reformas. Posiblemente en la misma zona se encontraba la mezquita alhama de Torgiela musulmana que se utilizó hasta el siglo XIII y durante la reconquista cristiana se consagró a Nuestra Señora de la Asunción (1232). Posteriormente fue reconstruida y ampliada en los siglos XV y XVI. Pero la reconstrucción que quedaría grabada en la historia del fútbol tuvo lugar en 1972.
Hijo ilustre de la localidad
En la lista de hijos ilustres de la ciudad cacereña de Trujillo se encuentra Antonio Serván, "El Rana", un cantero que en 1972 desafió al Régimen y elevó a los cielos a su ciudad natal y a su equipo de fútbol: el Athletic Club. Nunca imaginó que esculpir el escudo de su club en uno de los 52 capiteles de la Torre Julia, el campanario de la iglesia románica de Santa María la Mayor de la localidad, le llevaría a figurar en las páginas de los diarios de la época, a ser objeto de debate en el consejo de ministros de Franco y, sobre todo, a conocer a su ídolo, el portero José Ángel Iribar, El Chopo.
El campanario de la Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo es un edificio del siglo XIII muy castigado por el paso del tiempo, hasta el punto que hubo de ser reconstruido en el siglo XVI en estilo gótico prácticamente en su totalidad. En 1871 el campanario tuvo que ser demolido; a fines del siglo XX se decidió reconstruirlo, siguiendo fielmente grabados y fotografías de época. Sin embargo, el escudo del Athletic Club aparece esculpido a modo de capitel en su estructura. Tal como el astronauta o el dragón que come un helado que aparecen en la Catedral Nueva de Salamanca, es un añadido reciente: Antonio Serván, el artesano a cargo de realizar los 58 capiteles en piedra, decidió hacer del equipo de sus amores el colofón de su obra.
En 1971 la Dirección General de Bellas Artes decidió reconstruir los dos cuerpos superiores de la torre románica, demolidos por el Ayuntamiento de la localidad un siglo antes tras quedar muy dañada por los terremotos de Lisboa (Portugal) de 1521 y 1755. Y se pusieron manos a la obra con el cantero local Antonio Serván, "El Rana", que era quien dirigía a un pequeño grupo de escultores, trabajaba bajo una lona al lado de la iglesia. Allí esculpía los ornamentos y se encargaba de la decoración de los capiteles.
La historia, que fue rescatada hace años por LaLiga, tiene todos buena leyenda: misterios, bulos y diferentes versiones. Algunos dicen que el cantero lo realizó porque la obra la iba a inaugurar Franco y era su forma de revelarse contra el régimen. Otros afirman que se le dijo al cantero que diseñara de forma original los 52 capiteles y como se quedó sin ideas tiró de lo primero que tenía a mano: el escudo del equipo de su amores en el que había trabajado meses antes.
– La voy a dejar más que bonita.
– ¿Y cómo harás eso, Antonio?
– Tallando el escudo del Athletic en la piedra. Dicen que afirmó el cantero.
Los paisanos se lo tomaban a broma. Cómo se iba a atrever alguien a “profanar” de esa manera un símbolo religioso. Hubo gente que trató de persuadirle explicándole que se metería en un lío con el Ministerio. Sin embargo, él desoyó todos estos consejos y se puso manos a la obra. Y así, en varias semanas, unos de los capiteles de la torre lució orgullosa el escudo del que que para él era el mejor club del mundo.
Franco ordenó investigar la obra
Pero los malos augurios se hicieron realidad y la noticia llegó a Madrid. Antonio se había metido en un buen lío, se hablaba incluso de pena de cárcel. Así, por decisión del consejo de ministros franquista, se plantó en Trujillo un inspector del Gobierno. Reclamó la presencia de Antonio y ambos fueron a contemplar la obra. El inspector miraba el escudo con cara seria, sin gesticular, con el rostro imperturbable. Hasta que se pronunció la siguiente sentencia:
– Bueno, déjelo ahí. Está muy bien.
– ¿Está seguro?
– Claro que sí. Yo también soy del Athletic.
Únicamente, impusieron al "Rana" que no repitiera los motivos heráldicos de los 52 capiteles de la torre, que era tradición en el Románico.
Pasado el susto, unos meses después el Athletic le pidió que hiciese una visita a Bilbao. “Se hospedó durante varios días en el hotel Ercilla, le hicieron socio del club, realizó un saque de honor y pudo conocer a sus ídolos. Pocos años después, en 1982, El Rana murió en su ciudad natal con su sueño cumplido. Hoy en día. el escudo sigue ahí y son muchos los turistas que visitan la localidad extremeña solo para buscar este curioso tesoro entre las torres del templo.
El Barça: un escudo por vidriera
La segunda de nuestras historias nos lleva a Barcelona. En la época en que Agustí Montal era presidente del Barça, el club hizo una aportación para la restauración de las vidrieras de la Basílica de Santa Maria del Mar.
El templo en cuestión, en el barrio del Born, ha sufrido innumerables desperfectos a lo largo de su Historia. Uno de ellos, fue el incendio que azotó la basílica el 17 de julio de 1936, al comienzo de la Guerra Civil y que ardió durante más de 11 días.
Tras la Guerra Civil, las vidrieras quedaron muy dañadas debido al fuego, a los bombardeos y la falta de conservación. A finales de los años 60 , se restauraron y sustituyeron las vidrieras dañadas en la Guerra Civil, bajo el patrocinio de entidades y gremios. El Barça colaboró con 100.000 pesetas de la época y en agradecimiento se puso su escudo en uno de sus impresionates vitrales.
El escudo de cristal emplomado del Barça mide 50×40 cm y lo hizo Pere Cánovas, el gran maestro vitralero, fallecido en mayo del 2020. Con 60 años de oficio a sus espaldas, el artista había conseguido batir un récord: hacer más de 5.000 metros cuadrados de vidrieras en todo el mundo. Pero, como socio culé desde 1954 y admirador de Carles Puyol, esta obra fue uno de sus grandes orgullos.
Dicen que el fútbol también es una cuestión de fé y estas historias lo demuestran.
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