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El Atlético prolonga el ayuno
A los cuatro minutos Falcao hizo el 1-0 n Fue un espejismo, antes del cuarto de hora Juanfran marcó en propia meta y Di María firmó el 1-2 con el Madrid a medio gas .
El Atlético no tiene remedio cuando se enfrenta al Madrid, al que sólo le falta acudir a la cita del Calderón con los juveniles, o con nueve. Cristiano Ronaldo, su jugador más en forma, el goleador, no estaba ni en el banquillo. Bueno para el Atleti. En la suplencia, Özil y Xabi Alonso, la calidad y la estabilidad del centro del campo madridista. Mejor para el Atleti, que a los 4 minutos ganaba 1-0... Y, sin embargo, en contra de lo que anuncia su última campaña, todo ello no le hizo más fuerte. Le empataban a los 13 por un autogol de Juanfran que resucitaba la añeja leyenda del «Pupas», confirmada cuando Di María aprovechó un error de Mario y marcó el 1-2 definitivo. Sin hacer nada del otro jueves, como sin pretenderlo, los suplentes de Mourinho también ganaron.
En lugar de encajar a las primeras de cambio, el Atlético marcó en el minuto 4 (Falcao). Llevaba la iniciativa, parecía que esta vez sí, que iba a ganar al Madrid después de 14 años de vigilia. Pero las sensaciones cambiaron cuando Di María lanzó una falta a la frontal del área rojiblanca, Pepe pegó al balón como pudo, sin peligro, y Juanfran lo desvió a gol con la cadera. Tres partidos después, Courtois dejaba de ser imbatible, por un churro. En menos de un cuarto de hora, el que iba a ser verdugo vuelve a poner el cuello, y el que restaba importancia al encuentro, con la alineación cuajada de «hombres B» y sólo pensaba en el compromiso del martes con el Borussia, creía en sus posibilidades.
El Atlético acusa el golpe y extrema las precauciones. Ya no se vuelca al ataque, donde Falcao y Diego Costa se buscan la vida cual náufragos. Simeone anima a los suyos y Mourinho pide calma entre sus huestes. Ambos tienen razón. Con menos calidad individual y menos toque que los vecinos, los rojiblancos han de recurrir a la garra, a la velocidad, a la verticalidad y a la ambición para recuperar el estatus inicial y luchar por el segundo puesto de la Liga.
Los ruegos de Mourinho obedecen al calentamiento global del Madrid propiciado por Khedira y Pepe, quienes con sendas entradas violentas, plantillazo y patada por detrás en un minuto y respectivamente, se ganan a pulso la tarjeta amarilla. Con Diego Costa rondándoles, o se enfriaban o se iban a la caseta. Resistieron el primer tiempo, horroroso.
En 45 minutos no hubo ni una jugada destacable. En los apuntes, los dos goles reseñados, media docena de tarjetas y una excelente parada de Courtois a Benzema (min 41). El resto, imprecisiones, espacios desaprovechados, carreras interrumpidas, porteros que hubiesen sido testigos oculares de no ser por esa magnífica intervención del guardameta belga, un equipo bajo el síndrome de Estocolmo, o sea, el Atlético, y otro tan desdibujado como en esos partidos que le costaron la Liga en diciembre, o ese otro que podría chafarle la entrada en Wembley.
Las sensaciones eran pésimas y el menos favorecido por tan paupérrimo desempeño era el Atlético. Mourinho alineó a Nacho y a Morata, dos canteranos; una defensa inédita, un doble pivote destructivo (Essien-Khedira) y a Kaká de enganche. Más nombres que futbolistas. A priori, ventajas para Simeone, que disponía de los mejores lebreles, excepción hecha de Arda. Ni por ésas. Al Madrid le bastaba con defenderse con cierto orden y alguna contundencia, una vez superado el despiste defensivo del 1-0, y el Atlético no entraba en el partido. De cuando en cuando, Koke intentaba el pase largo y no le salía. Gabi, Mario y Raúl García, ni eso. Sin fútbol, las sensaciones son malas y las emociones, imposibles. Derbi tan malo no se recuerda. Podía haberse jugado sin balón y casi sin porteros.
Pensaban los protagonistas, quizá, que eso de hacer una pared es de obreros, y en lugar de triangular y profundizar con toques cortos y precisos, rifaban la pelota con centros y pases tan mal dirigidos que daba grima. Entre medias, los pajaritos disparaban a las escopetas: Morata defendía como poseso, como Diego Costa. De tal manera que el resultado del encuentro podía depender de un fallo. Y el error lo cometió Mario Suárez, tocó mal de cabeza, hacia Benzema, que pasó a Di María y éste cruzó por bajo e hizo inútil la estirada de Courtois.
Ganaba el Madrid con dos tiros a puerta; lo que fuera que hacía el Atlético no le llegaba ni para eso. Por el interior pasaba mal y por el exterior centraba peor. Entraron entonces Adrián y Cebolla por Raúl García y Mario. Mejoría rojiblanca en ataque, lo que llamó a la prudencia de Mourinho, al meter en el campo a Xabi, Varane y Modric. Algo de calidad ganó el derbi, resuelto no obstante.
Si un año más, y van 14, el Atlético, con sus mejores galas, es incapaz de imponerse al banquillo madridista, la cuestión ya no es de este mundo sino de diván. Ayuno de victorias tan prolongado, haga frío o calor, con la prima de riesgo a cero o a 300, con tres millones de parados o con más de seis, con el vecino empeñado en dar facilidades o en ganar a toda costa, es un fenómeno digno de estudio, pues se antoja paranormal. Conclusión: «El Atleti te hace más fuerte» si el Madrid no enreda.
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