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El verdadero Barça

Messi, Villa y Jordi Alba remontan el 2-0 de Milán la noche en la que los azulgrana recuperaron su esencia

El verdadero Barça
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Messi restableció el orden en una noche en la que el Barcelona, este gran Barcelona que lleva años en lo más alto, ya tiene la remontada que pidió Xavi hace unos días, una jornada épica destinada a los grandes jugadores. Y entre ellos, Messi es el rey. El cabizbajo Messi de las últimas jornadas levantó la mirada para guiar a su equipo el día que más lo necesitaba. El melancólico Leo se convirtió en pura alegría para llevar la eliminatoria al empate. Y el olvidado Villa marcó el tanto de la clasificación con un preciso remate con la zurda. Gritó como un poseso y se llevó las manos a la cara para descargar todo lo que llevaba dentro, todo lo que ha sufrido desde que se lesionara a finales de 2011 y lo que le ha costado volver a ser él. Messi y Villa son sinónimo de gol y el Barça tenía que marcar ayer. Pero también fue decisivo el equilibrio de Busquets, que es como el señor Lobo de Pulp Fiction, soluciona problemas; el orden de Xavi, la magia de Iniesta, la disciplina de Alba, el galgo frenado ayer, destinado sólo a labores defensivas... hasta el último minuto; el trabajo de Pedro, las subidas de Alves, la anticipación de Mascherano o el carácter de Piqué... Porque después de llegar al objetivo, tras el 3-0, tocó sufrir unos minutos. Los jugadores azulgrana estaban agotados y se echaron atrás. Y resistieron hasta la contra definitiva de Alba. «Somos un equipo», decía el espectacular mosaico antes de empezar. Lo fueron y gracias a ello están en cuartos. Fue el Barça de siempre. El verdadero. Si la luz se apagó en Milán, el partido de ayer puede servir para que vuelva a encenderse. Para que la casa del terror sea otra vez Disneyland.

Distribuyó Roura a sus jugadores por el Camp Nou con algunas variantes, tanto en el contenido, con Villa y Mascherano, como en el continente. Alves era un extremo, con el omnipresente Busquets de guardaespaldas, y Jordi Alba se quedó atrás. Villa actuaba más de delantero que de falso extremo. Para la noche más difícil, el entrenador recuperó al trío que «ganó» la última «Champions» azulgrana: Messi, Villa y Pedro. «MVP». Otro cambio fue de actitud. No era un partido de medias tintas ni de pensar en el mañana. El futuro pasaba por el ahora. O seguir o caer, y el Barcelona recuperó la furia para recuperar la pelota tras cada pérdida. Una de las claves de su éxito. Pedro y Villa se vaciaron con un gran despliegue, lo que provocó que durante la mayoría de minutos el partido se jugara en una única dirección: la de la portería del Milan. Se liaba el equipo italiano y optaba por despejar al tuntún, por regalar el balón. Mejor lejos que cerca.

La furia del Barcelona fue bien entendida. En medio de un partido de máxima pasión, la cabeza es decisiva. Y el Barça no sabe jugar sin ella. La locura no le sienta bien. Se mueve mejor en la cordura, por eso medía los riesgos y no se volcó en un ataque con los ojos cerrados. Ayudó marcar un gol tan pronto. Lo que durante 90 minutos fue imposible en San Siro (tirar a portería) se hizo realidad en cinco en el Camp Nou. El Barcelona circuló el balón a toda velocidad hasta que le llegó a Messi al borde del área. Cinco jugadores de blanco le rodeaban, pero todos le dieron un segundo para pensar y el argentino tiene de sobra con eso para poner el balón en la escuadra. El puñetazo fue duro para el Milan, que ya no se sentía tan a gusto en su cueva. Le seguía valiendo el resultado, pero las sensaciones... Empezó a pensar que tan atrás no iba a resistir y por momentos fue a buscar al equipo de Roura un poco más arriba. Le incomodó un par de veces y además encontró su oportunidad en un mano a mano que Niang mandó al poste, una acción decisiva porque poco después Messi volvió a aparecer para rematar desde fuera del área un balón que había recuperado Iniesta. El «8» actúo de enganche y estuvo perfecto.

El Barça demostró que su problema estaba en la cabeza y no en las piernas. No enloqueció tampoco con el segundo. Siguió marcando el ritmo del partido, con una tensión calmada, corriendo el balón más que los jugadores, con paciencia, hasta que Xavi encontró el pase perfecto de fuerza y precisión para la liberación de Villa. El Camp Nou inundó el estadio de «Barça, Barça», y de pitidos cuando el Milan dio un paso adelante y el Barcelona buscó aire dándolos hacia atrás. Toda hazaña requiere de suspense, que Jordi Alba sofocó en ambas áreas. En la suya se lanzó a taponar un tiro de Robinho. En la contraria, aprovechó su segunda subida para marcar el cuarto y llevar el éxtasis a los aficionados.