Real Madrid
La maldición de Casillas
Se decía de Casillas que tenía una flor en el trasero. Si fuera así, que no lo es porque el talento es una virtud de quien lo posee y no un defecto de quien lo precisa, a Iker se le ha marchitado. A Rocío Jurado se le acabó el amor y al mejor portero del mundo, la suerte.
Se decía de Casillas que tenía una flor en el trasero. Si fuera así, que no lo es porque el talento es una virtud de quien lo posee y no un defecto de quien lo precisa, a Iker se le ha marchitado. A Rocío Jurado se le acabó el amor y al mejor portero del mundo, la suerte. Porque ya es mala fortuna que el 23 de enero le rompiera la mano Arbeloa y el 17 de septiembre, fecha de su polémica reaparición en la portería madridista, en partido oficial, le hundiera las costillas Sergio Ramos. Se ha enfrentado a cientos de delanteros y le han lesionado dos compañeros. Definitivamente, eso sí que es «mala follá». Y el encuentro que el Madrid sacó adelante en el Ali Sami Yen, goles, seis, y oficio.
Balón al área de Casillas, ni un turco alrededor. Cuando salta el portero se supone que grita «¡mía!», pero Ramos también se eleva, choca con él y le hinca el codo en el costado izquierdo. Iker hace un gesto de dolor. Era el primer minuto. Al siguiente, Felipe Melo suelta un zambombazo desde fuera del área, vuela, despeja y cae al suelo. Otro mohín. En el minuto 11 reclama a los cuidadores. Entran al campo, le vendan. En el 14 se quita los guantes, como hace casi ocho meses en Mestalla, contiene las lágrimas y pide el cambio. Diego López, titular de Ancelotti en Liga, recupera el puesto en «Champions». Carlo tiene un problema porque pierde a un gran cancerbero, pero gana en tranquilidad con el final de la polémica.
Según Wikipedia, «el mal de ojo es una creencia popular según la cual una persona tiene la capacidad de producir mal a otra persona sólo con mirarla». Si Casillas es supersticioso, que busque. El caso es que, con el suceso, el partido que dominaba el Galatasaray con cierta solvencia empezó a equilibrarse. Con las dificultades propias del entrenador recién llegado en busca de un sistema, el Madrid, por medio de Benzema, pisó el área contraria y allí a Cristiano le hizo un penalti descomunal Nekoue. Si Clattenburg lo vio, se inhibió.
La presión turca ya no era tan efectiva como al principio, pero como el Madrid no terminaba de encontrarse, era incapaz de adueñarse del balón, seguía rompiéndose por la mitad y se defendía de mala manera, Melo disfrutó de un par de ocasiones para marcar. En la primera se adelantó Diego López al lío defensivo y en la segunda el guardameta despejó un cabezazo abajo y colocado del brasileño cuando el público cantaba gol. A partir de ahí, fin del «Galata» y recital goleador madridista, que no de juego, aún por descubrir.
Antes del descanso Isco hizo el 0-1 –control y tiro de palo a palo– y a Drogba se le salió el hombro tras un choque con Pepe, que vio la amarilla. Sin el costamarfileño, el anfitrión se quedó pasmado, sin inspiración ni fuerzas. Le bastó al Madrid con exhibir su potencial ofensivo para, en medio del desbarajuste turco, firmar una goleada en el estadio donde solía perder 3-2, como el curso pasado con José Mourinho en el banquillo.
El 0-2 de Benzema fue un regalo de la defensa, desafortunadísima en el 0-3 y el 0-4 de Cristiano. Estos donativos contrastaron con la ausencia de «fair play» de la candidatura de Estambul en Buenos Aires, cuando para defender sus posibilidades aludieron a la tasa de paro juvenil española y a la austeridad que Madrid promovía. El público que abarrotaba el Ali Sami Yen tuvo, sin embargo, otras percepciones: los descolocados eran sus jugadores y quien ofrecía un portentoso músculo financiero era el equipo español, tras el multimillonario fichaje de Bale y la no menos archimillonaria renovación de Cristiano.
Y Bale jugó. Isco, que volvió a dejar detalles de calidad impagables, como el gol, dejó sitio al galés, otra vez pegado a la banda derecha, como en Villarreal. Pudo marcar y Muslera despejó. Pero intervino en el quinto, un lujo de pase que nació en las botas de Illarramendi (suplió a Modric), prosiguió con el envío medido del galés y el sutil control dirigido de Cristiano, que centró para que Benzema rematara a puerta vacía. No tenía enemigo el Madrid.
Apagaron los madridistas el infierno turco con goles, aunque encajaron el 1-5 cuando Bulut se anticipó a Pepe y burló a Diego López. Triste consuelo. Porque, al margen de la fatalidad de Casillas, prevaleció la infinita superioridad del Madrid, que empieza el torneo con goleada a domicilio y terminó el partido con un golazo de Cristiano (1-6), que hizo tres para celebrar su renovación.
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