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Fútbol

La mala (buena) suerte de Cristiano Ronaldo con Portugal

El delantero portugués volvió a ganar un título con su selección, pero se perdió los minutos decisivos

Cristiano Ronaldo sustituido en el Portugal - España de la Nations League FILIP SINGEREFE

Puede que Cristiano Ronaldo acabe los partidos sin romper a sudar y sin ningún esfuerzo defensivo. A sus 40 años es más una institución que un futbolista en activo (por eso Nico Williams le cambió la camiseta en el descanso), pero mientras en el extranjero empieza a ser raro verle como delantero titular de la selección portuguesa, en su país parece que pocos dudan de él. Y el segundo gol, el que llevó el partido a la prórroga, les da motivos para esa fe.

El partido fue tan intenso como cabía esperar entre dos selecciones que viven buenos tiempos. España golpeó primero, con un gol de Zubimendi que dejó helada a la defensa lusa. Pero Portugal reaccionó con rapidez: Nuno Mendes, uno de los más activos del encuentro, empató con un zurdazo tras una internada por la banda. Después, Oyarzabal volvió a adelantar a España, y el partido parecía escaparse. Fue entonces cuando, una vez más, Cristiano apareció en escena. No había brillado especialmente hasta entonces, pero con él eso da igual. Mendes repitió jugada por la izquierda, la zaga española dudó un segundo y, en ese instante, Ronaldo olió sangre. Se quitó de en medio a Cucurella y empujó el balón a la red con la serenidad de quien lo ha hecho casi mil veces.

Ese gol, que igualaba el partido y mandaba la final a la prórroga, fue el 139 con su selección, una cifra que nadie más ha alcanzado en la historia del fútbol internacional. Y fue también el 939 de su carrera. Números irrepetibles, que solo confirman lo que en Portugal ya saben desde hace dos décadas: que Cristiano Ronaldo no es solo un futbolista, es un capítulo entero de la historia del deporte.

Pero el destino, que tantas veces le sonrió, le jugó una mala pasada. En el minuto 87, un gesto al muslo, una mueca, se tiró al suelo y la afición portuguesa contuvo la respiración. Cristiano Ronaldo pidió el cambio y se marchó caminando, con la cabeza alta, pero con ese gesto que en Portugal conocen bien: el de quien no quiere irse pero el cuerpo ya no le permite quedarse. Estaba enfadado. Isco fue a saludarle porque ambos coincidieron en el Madrid.

La imagen evocó inevitablemente la final de la Euro 2016, cuando se pasó los minutos decisivos dando instrucciones desde la banda. En Múnich no quiso ni ver los penaltis.