Champions

Bestialidad de Haaland: destroza al Leipzig con cinco goles (7-0)

El delantero noruego firma una noche histórica en la clasificación del Manchester City para cuartos de final de la Champions

Erling Haaland celebra su manita ante el RB Leipzig
Haaland celebra uno de los cinco goles que marcó al LeipzigFotoLa Razón

Erling Haaland a veces parece uno de los protagonistas de la película «Todo a la vez en todas partes», tan de moda ahora por su éxito en los Oscar, porque parece imposible que pueda llegar a tantas cosas, como si varios «yo» suyos fueran apareciendo en distintos lugares del campo, procedentes de otros universos. Porque el delantero fue quien presionó al portero Blaswich para obligarle a sacar en largo, y no se relajó, sino que retrocedió para no estar en fuera de juego y dejar la pelota de cara a De Bruyne tras el rechace largo que le llegó de Akanji. Tampoco ese era el momento de parar, continuó la acción y pudo remachar con la cabeza el balón que su compañero belga había estrellado en el larguero. ¿De verdad no había «varios Haaland en el campo»? Como dijo una vez Ramón Trecet del base griego de baloncesto Papaloukas.

El noruego estaba en su etapa más complicada desde que llegó a Manchester. Se estaba poniendo en duda su adaptación al sistema del equipo. En la ida contra el Leipzig, por ejemplo, apenas tocó un par de balones y su presencia no se notó, pero en el partido decisivo hizo historia con cinco goles que incluso pudieron ser más.

Con el segundo, puso prácticamente el "The end" a una eliminatoria que se le podía poner difícil al City después de traer un 1-1 de Alemania y de las malas sensaciones de la segunda parte. 77 segundos antes de ese tanto, el gigante noruego había marcado de penalti el primero, en una de esas acciones que da para pensar mucho, una de esas intervenciones del VAR que hace que los aficionados de toda la vida se lleven las manos a la cabeza. Había pasado inadvertido, pero en un balón puesto en el área remató Rodri y el balón tocó en la mano de Henrichs, si es que lo hizo; le rozó tal vez. El defensa del Leipzig la tenía levantada, sí, pero por la inercia del salto, y estaba de espaldas y la pelota ni desvió su trayectoria. No hubo ni protestas, pero desde la cabina (donde estaba el español Hernández Hernández) avisaron al árbitro esloveno Vincic y tras revisarlo entendió que era penalti. En ninguno de los universos paralelos eso puede ser pena máxima, pero en este sí porque así lo dice la norma, aunque pocos lo entiendan.

En apenas un minuto parecía resolver el encuentro el conjunto de Guardiola, que antes del penalti ya se había hecho con el control del partido. Con muchos futbolistas ofensivos y buenos manejadores de balón, el equipo celeste atrapó la pelota y no la soltó. Había avisado Haaland en una carrera en la que ganó por piernas a todos y llegó a rematar un pase largo al que pocos futbolistas hubieran llegado. Después llegó el festival. Estaba intimidado el Leipzig, que con 2-0 sí pudo marcar tras un error de Rodri en el pase de esos que pueden ensuciar una buena actuación como la que tuvo el mediocentro español. No lo aprovecharon los alemanes y hasta el final del partido lo que les esperaba era un calvario, sufrir a un futbolista que todo lo que tocó lo convirtió el oro.

Fue una noche memorable de Haaland. Sólo Messi y Luiz Adriano, con el Shakhtar, habían sumado una manita ellos solitos en un encuentro. Ya son tres. Antes del descanso remachó el tercero después de que Rúben Dias cabeceara al larguero y la pelota se paseara por la línea de gol. En la segunda parte llegó el de Gundogan en un buen tiro cruzado, para seguir dando paso a la exhibición del «tirano» rubio. Era como si tuviera un imán en su bota, como si hubiera seducido o hipnotizado a la pelota para que siempre le fuera a él. Guardiola no quiere que su «9» sea sólo un rematador, y Haaland hizo muchas más cosas, presión, recibir de espaldas... Pero casi todos los balones que volaban al área terminaban en su poder y después en la red. El cierre lo puso De Bruyne con un tiro a la escuadra.