Messi no dribla al juez

Leo Messi tiene problemas muy serios con la Agencia Tributaria, que le reclama 4,1 millones de euros por un presunto fraude en su declaración de renta de los años 2007, 2008 y 2009. Ayer le tocó declarar ante el juez en Gavà, cerca de Barcelona, localidad donde tiene su residencia, pero su sonrisa y los gritos de ánimo que se oyeron a su llegada fueron más propios de una estrella de Hollywood que de un presunto delincuente.

Hasta ahora, Leo Messi había sido un futbolista modelo. Dentro y fuera de los terrenos de juego. Plano en su declaraciones y soberbio en su juego. El presunto fraude fiscal le ha colocado por primera vez en el primer plano mediático por algo que no tiene que ver con un balón y ha generado una enorme expectación en medios de todo el mundo, como se pudo comprobar ayer. Ante todo este interés y la masiva presencia de periodistas y curiosos en la entrada del juzgado, Messi intentó entrar por una puerta secundaria, pero los funcionarios judiciales le informaron que debía entrar por la puerta principal, como cualquier otro imputado.

Messi estaba citado a declarar a las once de la mañana y llegó puntual junto a su hermano Rodrigo. Lo hizo con una sonrisa en su rostro, ataviado con un elegante traje y saludando a las varias decenas de aficionados agolpados en la puerta, pero sin hacer declaraciones. Una hora antes, su padre, Jorge Horacio, cumplió el mismo ritual. Pero en su caso, lo hizo con el rostro muy serio y con gafas de sol. El padre de Messi ha intentando asumir ante el juez toda la responsabilidad del presunto fraude, pero no ha podido evitar que su hijo haya declarado como imputado.

Desde que estalló el caso, los Messi se han mostrado dispuestos a colaborar en todo con la Justicia y la Agencia Tributaria. De hecho, ya ha consignado 5,1 millones en concepto de «pago reparatorio», además de haber pagado 10 millones con posterioridad, correspondiente a los ejercicios 2010 y 2011. «La instrucción de la familia Messi es de total transparencia, claridad y colaboración», destacó Cristóbal Martell, su abogado. La pelota la tiene ahora la jueza.