Selección

Kosovo-España. El viaje al país que no existe y con una discoteca en el estadio

Las principales potencias mundiales no reconocen a Kosovo pero la selección de Luis Enrique se juega allí, en Pristina, sus opciones mundialistas

El videomarcador del Estadio Fadil Vokrri muestra las banderas de Kosovo y España
El videomarcador del Estadio Fadil Vokrri muestra las banderas de Kosovo y EspañaVALDRIN XHEMAJAgencia EFE

«Está muy bien haber conseguido la independencia, la putada es que con nuestro pasaporte sólo podemos viajar a Macedonia y a Albania...». Delante de la estatua que la ciudad de Pristina ha erigido a Bill Clinton –en el bulevar del mismo nombre–, artífice de la emancipación de Kosovo, Ismet intenta explicar la paradoja que vive la nación más joven de Europa: «La independencia nos ha aislado del mundo». Y es así, debido a que muchas de las principales potencias mundiales, España entre ellas, no reconocen a este territorio desgajado de Serbia, aunque de población mayoritariamente albanesa, después de que la OTAN persuadiese a Slobodan Milosevic bombardeando Belgrado a mediados de los noventa.

Para la selección, visitar el estadio Fadil Vokrri (posiblemente, el único del mundo con una discoteca funcionando en sus bajos) es otro de esos partidos en territorio desconocido que depararon las implosiones nacionalistas de la Europa Oriental a raíz de la caída del Muro de Berlín. No es más ni menos exótico ir a Ereván, Minsk o Skopje, donde ya ha ganado España en repetidas ocasiones, pero sí más peliagudo desde el punto de vista diplomático, ya que se trata de un país sin representación diplomática española y en el que por doquier campan cascos azules de la ONU para verificar el desarme de las numerosas milicias irregulares que allí operan.

Aunque las autoridades kosovares se empeñan en ser amables con las delegaciones visitantes, por mandato imperativo de UEFA, el trato desabrido que la mayoría de los anfitriones dispensan a la selección local tensa el ambiente. En la ida, los medios públicos españoles no podían nombrar a «Kosovo» –era oficialmente «el equipo de la Federación Kosovar– y se restringieron los visados al mínimo (futbolistas y un exiguo cuerpo técnico) para impedir la entrada en España de agentes gubernamentales de un país cuya existencia no se reconoce.

La particularidad de Kosovo es que su territorio es parte esencial de la historia de Serbia, de ahí que desde Belgrado se opusieran con todas sus fuerzas a su independencia cuando Yugoslavia dejó de existir. Fue en Kosovo Polje, el día de San Vito de 1389, donde el caudillo serbio Lazar Hrebeljanovic detuvo el avance sarraceno en nombre de toda la Cristiandad. Imagine el lector cómo sentaría en España la instauración de una república de mayoría musulmana en Covadonga...

De hecho, la capital histórica del territorio es Prizren, donde pervive su orgullosa catedral consagrada a la Virgen del Perpetuo Socorro y una pequeña de monjes ortodoxos bajo permanente custodia de tropas internacionales. Pristina, sin embargo, blasona de ciudad moderna a la que se llega por una autopista de seis carriles –durísimo el contraste con las carreteras pedregosas de Albania– plagada de vehículos de alta gama. La mayoría de estos coches tienen matrícula helvética, ya que la diáspora kosovar se concentró durante décadas en Suiza. ¿O de dónde cree que son originarios Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri?