Opinión

Llegó Luis Enrique y mandó parar

A la selección española le sienta bien lo catalán y lo izquierdista

Luis Enrique, en el último entrenamiento de España
Luis Enrique, en el último entrenamiento de EspañaJUANJO MARTINAgencia EFE

Que Luis Enrique es un tipo con carácter es de sobras conocido. El Lucho no se arruga ante nadie. Que se lo pregunten a Messi con el que tuvo más que encontronazos. De hecho, Messi -enojado con el entrenador argentino, Tata Martino- se borró de ese Barça que pereció en la temporada 2013-14 y que regaló la Liga al Atlético por la desidia del astro argentino que empezaba a dar síntomas de caudillaje. Llegó Luis Enrique y como Comandante mandó a parar. Metió a Messi en vereda y el Barça lo ganó todo en la 2014-15. Aunque fue el canto del cisne para un equipo que ahí empezó su declive estrepitoso en la Champions.

Luego de la hazaña y de emular al Guardiola entrenador, el Lucho aún ganó dos Ligas más. Tres seguidas. Y así se despidió del Barça. Por la puerta grande pese a todo. Con un balance que ya nadie más ha repetido ni de lejos. Bien es cierto que su permanencia en el vestidor no fue para nada pacífica y su relación con la Prensa fue tan mala como la del vasco Clemente. Pero dejó el banquillo como un señor y a un equipo campeón. Siempre, por supuesto, que no cruzara los Pirineos donde durante años fue vapuleado.

Bajo el mando de Luis Enrique, la columna vertebral del Barça siguió incólume. Era la misma que venció en el Mundial de Suráfrica. Claro está que un lustro antes con Piqué, Busquets, Puyol, Xavi e Iniesta. Si contar a Villa que ganó ese Mundial con España tras su flamante fichaje por el Barça, aunque no debutaría oficialmente hasta agosto. Esa España que tocó el cielo con los dedos en Suráfrica tenía un ADN cien por cien culé y, en buena medida, hablaba catalán. Y aunque no gusta mezclar deporte con política -lo cual es un sinsentido propio de hipócritas- esa columna vertebral era de lo más catalanista. Incluido el míster que por muy asturiano que fuera flirteó abiertamente con el catalanismo más allá de abrazar los colores azulgrana y olvidar completamente el blanco que vistió en su día.

Pues precisamente esa fue la selección que logró el hito histórico de coronarse mundialmente. Gobernada, para más inri, por un Del Bosque que era un tipo para nada castizo. Y que no dudaba en expresar puntualmente opiniones políticas como cuando se mojó a favor de recuperar la memoria historia. A la selección le sentó bien lo catalán e izquierdista.

Luis Enrique era garra y corazón en el campo como lo sigue siendo en el banquillo. Algo tiene del mago argentino Helenio Herrera que solía echarse a la afición contraria a la espalda para quitar presión a sus jugadores. Luis Enrique, como Herrera, no pasa desapercibido. Por eso también antes de enfundarse en la zamarra barcelonista, el asturiano e icono culé era silbado en el Camp Nou cuando pisaba el césped de blanco. Le reprochan a menudo traer pocos vikingos como diría Garcia Ferreras y, siempre, a muchos culés. Y digan lo que digan –y le han dicho de todo- no ha cesado en su empeño. Incluso le saca jugo a delanteros como Ferran Torres que en el Barça tiene el punto de mira más averiado que una escopeta de feria. Los veteranos Busquets y Jordi Alba andan en el Barça en la cuerda floja pese a seguir de titulares. Los mismos que han estado en el campo en todas y cada una de las debacles europeas del Barça que superando el lustro van ya para la década. Pero con Luis Enrique parecen cobrar vigor. O eso o les sienta fenomenal la camiseta de la selección.

Luis Enrique, ya de paso y seguro que sin querer, pone en evidencia a Xavi Hernández, que anda con paso más o menos firme en la Liga mientras se arrastra en Europa por el lodazal. La diferencia en el rendimiento es difícil de entender. Tal vez sea que el Barça se agarra a un patrón de juego alicaído, de posesión sin definición ni verticalidad. Dios que lo sabe todo ya visualiza a Luis Enrique tomando el relevo de Xavi si este acaba la temporada como la anterior. El mandamás culé, en su segunda temporada, es de sobras conocido que aceptó a Xavi, pero a regañadientes. Como siempre, mandan la pelota y los resultados. Si a Luis Enrique le sigue yendo bien en el Mundial con un equipo que no tiene otra estrella que él mismo, podría volver al Camp Nou, su casa, si Xavi no logra superar su segundo año en el Barça. Y eso exige títulos y proyectar una imagen de equipo sólido, competitivo y fiable, como los de Luis Enrique.