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Anuario Fin de Año

El Mundial de Messi y el adiós del «tiquitaca»

Leo ganó por fin el título que le obsesionaba y España se estrelló con Luis Enrique

Messi levanta la Copa del Mundo
Messi levanta la Copa del MundoDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Leo Messi ya es campeón del mundo y el fútbol está en paz. No es que le debiera un Mundial porque el fútbol no debe nada a nadie, pero Argentina sí le debe algo, la ilusión de bordarse en el pecho la tercera estrella. Messi ganó el Mundial con 47 millones de argentinos subidos a su espalda. Una multitud que lejos de pesarle lo acompañó hasta el título. Un viaje con principio funesto después de la derrota en el primer partido ante Arabia Saudí y con desenlace épico y feliz. Pocas finales tan emocionantes ha habido en la historia como la que ofrecieron el 18 de diciembre Argentina y Francia, un duelo entre Leo y Mbappé, entre el mejor de los primeros 20 años del siglo y, probablemente el mejor de los siguientes 20.

Un desafío entre dos grandes y no solo futbolístico. Mbappé marcó tres goles en la final, algo que antes solo había conseguido el inglés Geoff Hurst en 1966, y lo hizo para remontar dos veces. Además, marcó su gol en la tanda de penaltis ante un especialista como el «Dibu» Martínez. Messi marcó dos goles, uno de penalti, y levantó dos veces a su selección después de las remontadas francesas. Y marcó su penalti en la tanda después de que Mbappé hubiera anotado el primero para Francia.

Un guion perfecto que ya lo iguala en el imaginario futbolístico con Maradona. Aunque el mito de Diego sigue siendo incomparable. Con el contexto del 86, con las Malvinas al fondo, no se puede competir.

Argentina es campeona con el ejemplo de España en 2010. Hasta ahora, aquella selección de Vicente del Bosque, era la única que había ganado el título después de haber perdido el primer partido. Y la albiceleste lo ha hecho en el mismo Mundial en el que España se estrelló después de pasar por todos los estados de ánimo posibles. De la euforia tras la goleada en la primera jornada contra Costa Rica, pasó a la decepción final después de perder con Marruecos en los penaltis. Un alarde de posesión sin fundamento que llevó a la Roja a un callejón sin salida y a Luis Enrique, a su casa. No había acabado el Mundial y la Federación ya había presentado a Luis de la Fuente como nuevo seleccionador.

España cayó con las armas que la habían llevado doce años antes a su primer y único Mundial, con el toque y la posesión como argumentos, pero sin ninguna alternativa consistente para enfrentarse a equipos que se encierran.

El Mundial ha significado también un cambio de paradigma. La España del «tiquitaca» se fue en octavos de final y Alemania, la selección que aprendió de la Roja para volver a ser campeona del mundo, se quedó en la primera fase. Las dos fueron derrotadas por Japón y esos dos partidos son los que han tenido un ganador con menos posesión en la historia de los Mundiales.

El ejemplo continuó en las rondas finales. Desde cuartos, la final es el único partido en el que se impuso el equipo con más posesión. Los equipos ya no quieren la pelota para ganar, prefieren los espacios para correr. Y Brasil, que domina los partidos y juega con cuatro futbolistas de ataque se volvió a su casa después de caer en los penaltis contra Croacia.

El ejemplo de Modric y de Marruecos

El partido por el tercer y cuarto puesto no suele servir para mucho, pero en esta ocasión sirvió para premiar dos hazañas históricas: la de Croacia y Modric, que con 37 años llevó a su selección a sus segundas semifinales consecutivas, las terceras de su historia; y la de Marruecos, que se convirtió en la primera selección africana y del mundo árabe que alcanza las semifinales en un Mundial. Y por el camino dejó a Bélgica, España y Portugal.