
Altercado
Negligencias y errores que hubo en el escándalo entre Independiente y Universidad de Chile
Graves fallos en la seguridad y acusaciones cruzadas tras los violentos incidentes en Avellaneda que escriben otro capítulo oscuro en el fútbol

La violencia volvió a sacudir al fútbol sudamericano en la noche del miércoles, cuando el estadio Libertadores de América - Ricardo Bochini fue escenario de graves incidentes durante el partido entre Independiente y Universidad de Chile. Lo que debía ser una jornada deportiva terminó convirtiéndose en un episodio de barbarie marcado por fallas en el operativo de seguridad, infraestructura deficiente y un clima de máxima tensión entre las hinchadas.
El sector visitante, habilitado para 4.500 personas, estuvo colmado con los 2.500 chilenos que llegaron en caravana desde temprano. Pese a los controles, varios lograron ingresar con armas blancas, como quedó registrado en videos difundidos en redes sociales. Desde la tribuna alta comenzaron a arrojar objetos contundentes —hierros, cascotes, butacas incendiadas e incluso piezas de sanitarios— contra los locales ubicados en la parte baja. La falta de una red de contención, eliminada años atrás, y la escasa presencia policial en el lugar agravaron el riesgo.
En el entretiempo, la situación se desbordó por completo. La barra de Independiente intentó derribar un portón para alcanzar a los hinchas visitantes, mientras que “Los de Abajo”, facción radical de la U, intensificaron sus ataques lanzando una bomba de estruendo que explotó en medio de la multitud. Tras repetidos pedidos por los altavoces del estadio, los visitantes comenzaron a retirarse lentamente, pero cuando el portón cedió, se produjo una brutal irrupción de los barras locales, desencadenando una cacería que dejó escenas de horror a la vista de todos.
El episodio desató una ola de acusaciones cruzadas. Desde el Ministerio de Seguridad de Argentina apuntaron contra la Policía bonaerense y la Aprevide (Agencia de Prevención de Violencia en el deporte) por no instalar redes de protección, permitir el ingreso violento de la barra visitante y no intervenir durante la escalada de violencia. El ministro provincial, Javier Alonso, respondió que la responsabilidad recaía en la Conmebol y la seguridad privada, asegurando que se desoyó la recomendación de suspender el partido en el primer tiempo. Entre negligencias, omisiones y falta de coordinación, el fútbol sudamericano volvió a escribir uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente.
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