Fútbol

Sevilla

Oficio y beneficio

Al Madrid le basta el aroma del gol para montar la fábrica de perfume. El Celta necesitó una docena de ocasiones para hacer un tanto

Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles ante el Celta de Vigo.
Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles ante el Celta de Vigo.larazon

El Celta juega bonito, con atrevimiento, sin complejos; sólo la angustia de la clasificación lastra sus intenciones. Tiene prisa por salir a flote, le urge recuperar terreno; pero el césped se le antoja arenas movedizas. Al final de la tabla el mundo es gris, casi negro, y la esperanza precisa empujones, aliento, que los modestos no acumulan porque viajan con real y media manta. Lo imprescindible. Necesitan generar una docena de ocasiones de gol para hacer uno, porque tampoco tienen suerte. Al Madrid, con el primer equipo, con el segundo o con el mediopensionista, le basta con mucho menos. Le es suficiente el aroma fresco del gol para montar una fábrica de perfume. Si gana no es de carambola, generalmente, sino por lo que es y por lo que vale. Porque si no juega Benzema lo hace Higuaín; si el entrenador sienta a Callejón, aparece Kaká. Demasiados estímulos frente a la precariedad de quien camina sobre el alambre y sin red. Las urgencias de uno y la serenidad del otro facilitan victorias como ésta de Balaídos, 1-2 y la Liga sigue.

Alternaron Javi Varas y Diego López paradas de mérito con errores de bulto y el partido terminó con derrota del primero. El portero del Celta salió mal en el 0-1; luego cayó en la trampa de Kaká e hizo el penalti del 1-2, ambos tantos de Cristiano Ronaldo. El guardameta del Madrid encajó el 1-1 de Iago Aspas tras rebotar el balón en Pepe. Mala suerte. Al final ganó el mejor; para su beneficio impuso oficio y calidad. El tercero no padecía los agobios del penúltimo y esa tranquilidad, poso de paciencia, le sirvió.

Abel, hoy entrenador del Celta, era el discípulo aventajado de Arrigo Sacchi, que hizo historia en el Milan con el achique de espacios y su perfecta puesta a punto del fuera de juego. En los primeros 18 minutos de este entretenido partido, el Madrid cayó media docena de veces en la celada. Sufría, también, el acoso céltico incluso antes de cumplido el primer minuto. A los 14 segundos, Diego López despejó desesperadamente en el vértice del área grande el primer disparo del choque, carta de presentación de Iago Aspas, quien, al «irse» Herrera, ha bajado del limbo con Abel Resino.

A los diez minutos, Diego López había hecho cuatro paradas y era el futbolista más importante y trascendental de su equipo. No parecía un partido entre el penúltimo y el tercero de la Liga; salvo que los papeles estuvieran cambiados. El Celta juega muy bien al fútbol, sabe cómo llegar arriba, trata al balón como a un aliado y con la calidad de jugadores como Iago Aspas u Oubiña planteó tantas dificultades al Madrid que hasta el minuto 22 no cambió el rumbo del encuentro.

De las paradas de Diego López se pasó al turno de Varas sin transición alguna. Diego es ese portero que llegó en el mercado de invierno a Valdebebas para disputar la titularidad a Adán, en ausencia de Casillas; el guardameta que acumulaba un trimeste de suplencia en el Sevilla; el refuerzo que después de tres entrenamientos se convirtió en imprescindible para Mourinho y en héroe del madridismo el martes pasado en Old Trafford. En Balaídos, campo entregado a la causa desesperada de los suyos, también adquirió un papel relevante, protagonista, seguro que contra su voluntad.

Después de media hora el Celta había sacado cinco veces de esquina, por ninguna el Madrid, cuyo primer tiro fue de Ronaldo (min 22) y lo detuvo Varas; a partir de ahí, estelar, hasta después del descanso. Fue el muro infranqueable que se encontró Benzema, muy poco inspirado, y el remedio cuando su defensa era superada. Hasta el minuto 61. Hubo un córner, despejó mal y Cristiano Ronaldo, con la caña, marcó el 0-1. Lo que podía ser el principio del fin celtiña no fue sino un paréntesis, pues casi de inmediato Aspas tuvo toda la suerte del mundo para establecer el empate. Antes se había distraído Marcelo en un saque de banda y el Madrid pagó el despiste.

Con ánimos renovados el equipo de Abel se volcó sobre la portería de Diego López, a quien se le escapó el balón entre las manos y salió un par de veces en falso; sin embargo, en el segundo contragolpe iniciado por Kaká el peligro rondó la portería del Celta y Varas cometió penalti sobre el brasileño, más entonado de lo que su entrenador piensa. Lanzó Cristiano, por el centro: 1-2.

Se multiplicaron las ocasiones del Celta, mientras arreciaba la lluvia. Balaídos vibraba con su equipo, le creía capaz de empatar al Madrid, incluso de ganarle; pero no le basta con la indiscutible calidad de Aspas, o con el criterio de Oubiña y las ganas de Augusto o de Park. Para ganar al Madrid, A, al B o al mediopensionista, el acierto es indispenable; porque si careces de él, si fallas, te machaca en un pis pas. Tres toques de balón son suficientes para recorrer 80 metros. Varas, bueno, malo o regular, lo comprobó y el Celta lo pagó.

Segundos y por delante del Atlético

Veintisiete jornadas ha necesitado el Real Madrid para alcanzar la segunda posición en la Liga y situarse por encima del Atlético. Su mal comienzo, con un empate ante el Valencia y la derrota en Getafe, retrasó a los de Mourinho hasta el decimocuarto lugar, desde el que fueron escalando hasta colocarse terceros tras el décimo partido. Ayer, después de cinco victorias consecutivas en el torneo liguero, aprovecharon el tropezón rojiblanco en el Calderón para ser, por primera vez este curso, los perseguidores más directos del líder Barcelona, aunque sea a 13 puntos. Los blancos vencieron en Balaídos a pesar de la falta de puntería de Benzema e Higuaín: «Ahora no están acertados, pero lo importante es generar las ocasiones», les defendió Karanka.