Madrid
El Madrid se desangra
El Espanyol consigue el tercer empate consecutivo con Aguirre en el banquillo. Al Real le faltó puntería y le sobraron fallos en defensa
MADRID- De dieciséis encuentros de Liga, el Madrid ha perdido tres y ha cedido otros tantos empates, que equivalen a una sangría de 15 puntos. Demasiados en tan corto espacio de tiempo; una herida que le afecta a la femoral liguera. Avanza el Barcelona hacia el título, con paso firme –aún no había jugado contra el Atlético cuando finalizó este choque– mientras él se descose. Algo le sucede, y todo no es mala suerte, ese recurso, esa justificación tan pobre. Posee una plantilla fantástica; la prepara «el mejor entrenador del mundo», según su presidente, pero no asusta. Los rivales la han perdido el respeto, le han cogido el truco, renuncian al balón y salen a la contra, el abc de «Mou».
La temporada pasada, cada estampida del Madrid, muy habitual en su campo y en cualquier otro, destrozaba defensas con pasmosa facilidad. Era un equipo imparable, temible, que asolaba, y capaz de abatir al fabuloso Barcelona. Estableció un récord de goles y de puntos hace apenas cinco meses y con un bloque reforzado en el presente no arranca. Asombra su fragilidad defensiva tanto como su falta de puntería; dos detalles que le costaron dos puntos ante el Espanyol, penúltimo del campeonato.
Javier Aguirre, tres partidos en el banquillo del Espanyol, tres empates. De todos, el inesperado, por sorprendente, el último, en el Bernabéu, un fortín con los muros agrietados. Los despistes le condenan. Le cogió a contrapié Sergio García (0-1) y Albín hizo el 2-2 a la salida de un córner, la cruz de este Madrid, que no espabila y que en cada jugada a balón parado parece que cierra los ojos como si adivinara el resultado.
Algo sucede en el Madrid, ¿qué le pasa? Mourinho reparte culpas a diestro y siniestro y cada decisión suya se antoja una purga. Benzema se cayó a última hora de la convocatoria, por lesión, si fue cierta la torcedura de tobillo que le retiró en Vigo, o por castigo, si la simuló, sospechaba su entrenador. Di María comenzó el partido en el banquillo, castigado. Fue uno de los señalados bajo el diluvio de Balaídos. Por aquella ausencia espiritual Mourinho le pasó factura. En el segundo tiempo recurrió a él –a la fuerza ahorcan– y el Madrid recuperó el color, la profundidad y el resuello.
Los dos primeros partidos de Javier Aguirre en el banquillo españolista terminaron con sendos empates ante el Granada y el Sevilla. El tercero era en el Bernabéu; imaginaba que, como cuando entrenaba a Osasuna y al Zaragoza, podía soñar con la victoria... En el minuto 31 vencía.
Comenzó el encuentro con el Madrid volcado sobre la portería de Casilla, otro «producto» de «La Fábrica». Durante un cuarto de hora el asedio presagiaba beneficios; entonces Simao se precipitó al tirar en el área madridista y regaló dos balones seguidos en las inmediaciones de la suya. Instantes después Modric estrelló el balón en el palo. Apareció entonces Verdú, mariscal en el centro del campo; en cada acción buscaba a su delantero y encontró a Sergio García. Estuvo hábil, y veloz, más que Ramos y Pepe; los dejó atrás y chutó cruzado. Casillas vio cómo entraba la pelota en su portería.
El Espanyol cazó al Madrid al contragolpe, era su mejor arma, la única; atrás se encomendaba a la mala puntería madridista y al orden defensivo, sin reparos ni rubor al despejar. Decaía el ritmo del Madrid, jugaba sin brillo y las contras visitantes sembraban el graderío de inquietud. Al Valladolid y al Celta no les resultó difícil perforar la meta de Casillas; al equipo de Aguirre, tampoco. Pero la calidad es un grado y ahí fue donde surgió la figura de Cristiano para empatar el encuentro segundos antes del descanso. Lo metió con la plancha, Mateu no apreció juego peligroso, pese a la proximidad de Javi López, y con 45 minutos por delante había empate a uno y todas las posibilidades del mundo para remontar. Hay plantilla, hay individualidades a mansalva; pero, ¿hay equipo?
En el minuto 34 empezó a calentar Di María, compareció tras el descanso, por Modric, que no termina de cuajar. Con el argentino el Madrid fue otro, más dinámico, más vertical, más peligroso y más profundo. Disfrutó de diez minutos para golear y se encontró con Casilla, sólo superado por Coentrao. Hacia el final, «resucitó» el Espanyol y en un córner Albín hizo el empate, tras un fallido despeje de Ramos. Vuelan dos puntos del Bernabéu, otra estocada a la ilusión del madridismo por repetir triunfo en la Liga.