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Siempre Piqué

El central es el jugador más utilizado por el Tata. «Es inteligente y muy capaz», dice el técnico

Piqué bromea durante la sesión preparatoria del Barça en el Etihad Stadium
Piqué bromea durante la sesión preparatoria del Barça en el Etihad Stadiumlarazon

Gerard Piqué está en Manchester casi como en casa. Allí llegó cuando tenía sólo 17 años, procedente de la cantera del Barcelona, para crecer en el United, aunque su destino bien podría haber sido Londres. Cesc, su gran amigo, se había ido al Arsenal y Wenger le tentó: «Al Barça no le gustaron las formas que utilizaron para fichar a Cesc. El tema se enrocó, y entonces apareció el United. Ferguson me abrió los brazos, nos llevó a cenar a mi familia y a mí y me convenció», narró ayer el defensa. Los «diablos rojos» fueron una gran escuela para Piqué. En ellos aprendió la jerarquía de un vestuario, soportó las novatadas que les hacían a los recién llegados, como limpiar las botas a los veteranos, y creció en lo personal teniendo que afrontar toda esa aventura prácticamente solo.

Acumuló experiencias para volver al Barcelona, el club de su vida, y convertirse en un referente. «Al entrenar a Gerard, he descubierto a una persona muy inteligente, muy capaz y muy comprometida con la institución», analizó Tata Martino. Piqué es un jugador con personalidad, lo que le ha costado alguna discusión con sus entrenadores. No acabó demasiado bien con Guardiola, como reconoció recientemente. Es un líder nato desde niño y este año ha tenido que hacer frente a las críticas. No empezó bien la temporada y en muchos de los traspiés del equipo todas las miradas se han centrado en la defensa, en él y Mascherano. Pese a todo, Martino ha confiado en Piqué por encima de todo. Es el jugador que más ha utilizado tanto en la Liga (1.878 minutos) como en la Liga de Campeones (530). Ya ha igualado su temporada más anotadora (lleva cuatro goles) y en los últimos partidos se le ha visto más entonado y algo más rápido al corte. «Estamos en un buen momento», reconoce sin miedo. Como también admite los problemas que el equipo arrastra en las acciones a balón parado. Él, que mide 1,90, es un gigante rodeado de bajitos. «Tenemos que intentar no conceder faltas laterales o córners», dijo primero. Pero sabe que eso es casi imposible: «Entonces, si somos más pequeños, tendremos que ganarlos por intensidad».