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Olazábal lanza un «swing» al recibir el Príncipe de Asturias 2013

José María Olazábal junto a Annie Leibovitz
José María Olazábal junto a Annie Leibovitzlarazon

El golfista español José María Olazábal ha recibido este viernes el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2013 en el Teatro Campoamor de Oviedo, convirtiéndose de ese modo en el segundo golfista en ganarlo tras Severiano Ballesteros en 1989.

Olazábal recogió el premio de la mano de S.A.R. el Príncipe de Asturias. Se mostró visiblemente feliz y agradecido al publico presente en el teatro ovetense, y no dudó en simular un 'swing' de golf con el premio en la mano cuando se acercó al borde del escenario al saludar a los asistentes al acto.

Valores

José María Olazábal recuerda los valores que ha aprendido a través del deporte. Prefiere subrayar el esfuerzo a las victorias. Comenzó a entrenar cuando el golf todavía arrastraba etiqueta de deporte para veteranos y esa leyenda de elitista que hoy ya no es real, pero que todavía muchos invocan. La distancia del tiempo le ha dado una perspectiva inusual: la del deportista que no esconde que detrás de sus triunfos existe mucha dedicación, que lo suyo no ha sido casualidad ni una suerte. «El golf me ha enseñado a ser paciente, perseverante, a que no existen atajos, que hay que trabajar muy duro para conseguir las cosas y que, incluso así, puedes no conseguirlo. Pero, entonces, hay que volverse a levantar. Aprendes a respetar a los demás y a ser honesto. No está mal para los tiempos que corren», apostilla con un gesto irónico. Ha ganado cuatro veces la Ryder Cup y se ha puesto en dos ocasiones la «chaqueta verde» en Augusta, pero en su frente aún respira el dolor de las lesiones que le han alejado de los hoyos. «Esos son los momentos más duros de un deportista. Todo lo ves negro. Apenas distingues la salida. No avanzas ni adivinas cómo salir. Pero no puedes tirar la toalla. Te apoyas en el equipo, en la familia y, cuando caes, de nuevo, te tienes que convencer para decirte, vamos a intentarlo de nuevo. Tienes que buscar siempre la fuerza, la convicción mental».

El golf es un deporte individual que primero se juega contra uno mismo y luego contra el resto. Un ajedrez donde la fuerza y la técnica resultan tan importantes como el equilibrio mental. «Existe una base técnica, pero la cabeza es lo importante. He visto a jugadores con una gran destreza no llegar a lo más alto y otros con una técnica muy poco ortodoxa, estar entre los primeros porque poseían una gran fortaleza mental. En los momentos de mayor presión, el equilibro mental es fundamental. Ahí es donde se revelan los campeones». Olazábal comenta que en los últimos días de una competición es donde aflora «la preparación mental, esos instantes en los que hay que saber cómo afrontar los instantes decisivos, donde un error puede resultar fatal y un golpe algo extraordinario. Cuando estás en el hoyo 18 tienes que olvidarte de todo lo que existe alrededor y concentrarte en el juego, en el rival, en lo que tienes enfrente, estudiar la situación y calcular cuáles son las mejores opciones y fijarte únicamente en la ejecución del golpe. En este deporte no hay grises: las victorias son eufóricas y las derrotas, dolorosas».

Olazábal ha atravesado momentos de gloria y de reflexión. Ahora, el deporte ha cambiado y debe amoldarse a él. Los nuevos jugadores golpean con más fuerza la pelota, los campos son más largos, ha ganado peso el físico en las competiciones. A sus años, Olazábal busca amoldarse. «El golf ha evolucionado; el material ha cambiado y se ha perfeccionado. Ahora, los jugadores se preparan más físicamente. Pasan tanto tiempo en el gimnasio como practicando. Antes se pensaba que las pesas restaban flexibilidad, ahora, no. El físico es fundamental. Los campos se han adaptado. Yo poco voy a mejorar a mi edad. Tengo otras facetas de mi juego que debo aprovechar. El juego corto. Por debajo de los cien metros, estoy considerado uno de los mejores. Ahí es donde debo compensar la potencia».

Cuando se le comenta que han descendido los aficionados, responde que «han bajado los federados, pero que se debe a la crisis económica, porque la gente prescinde de lo necesario» y cuando se le señala que en el último curso, España no ha obtenido éxitos recalcables, contesta que «es cierto, pero tampoco hemos sabido valorar lo que hemos logrado en años anteriores, cuando teníamos unas cuotas de victorias extraordinarias y con una asiduidad sorprendente». Lo que subraya es la necesidad de impulsar este deporte: «Hemos avanzado mucho desde finales de los 80 y los primeros 90. Ahora hay canchas privadas y públicas. Pero se debería incluir en las actividades escolares, enseñar a jugarlo y también sus reglas». La última lección de Olazábal es que el deporte es un «proceso de aprendizaje. Lo más importante es estar ahí. Aprender a asumir la tensión y los nervios, a los que te acostumbras al final. Y asumir que para ganar, hay que perder muchas veces».

«En el instituto me miraban raro»

«En el instituto me miraban raro», señala. De aquella adolescencia entre hoyos, a Olazábal le quedó el gesto extraño de sus compañeros de clase, que veían sus prolongadas ausencias en los bancos del aula, suponemos, con una mezcla de envidia y estupor, y una anécdota que todavía recuerda: «Les conté que jugaba al golf y que competía en Europa. Me gastaron bromas y les llevé a un campo. Les conté qué tenían que hacer. Se reían. Decían que jugaban al frontón, al tenis, que cómo no iban a dar a una pelota parada en el suelo. Vale, les indiqué. Les dejé la bola y, bueno, aquello resultó un cuadro. No le dio ni uno. Ahora dos de ellos lo practican con asiduidad».