Copa Confederaciones

Guerreros de hierro e hijos de la República

Los jugadores tahitianos celebran el tanto conseguido ante Nigeria en la primera jornada
Los jugadores tahitianos celebran el tanto conseguido ante Nigeria en la primera jornadalarazon

La Selección tiene un saldo pendiente con el fútbol tahitiano. La última vez que España faltó a una gran competición, la Eurocopa del 92, cayó en la previa a manos de la Francia entrenada por Michel Platini, que le ganó 3-1 en el Parque de los Príncipes y 1-2 en el Villamarín, rompiendo de camino una imbatibilidad de setenta años en Sevilla, cuna del jugador número 12. Para ambos partidos estuvo convocado –fue titular en París– Pascal Vahirua, un eléctrico extremo zurdo natural de Papeete y perteneciente al Auxerre, que en 1990 se había convertido en el primer polinesio en vestir la camiseta de los «bleus».

Marama, el único profesional del equipo que se enfrentará esta noche a España, es su sobrino. Criado en el Nantes, que pasa por tener el mejor centro de formación en el país vecino y con el que fue campeón de liga y Copa, fue internacional Sub'21 con Francia. Ha esperado hasta ahora para debutar con Tahití porque siempre aguardó la llamada de la selección absoluta y así emular a su tío. Pero, exiliado al Panthrakikos y superada la treintena, se terminó por convencer de que su destino era ser cabeza de ratón. «Mis dos hijos menores jamás han pisado la Polinesia, pero el seleccionador me convenció para que viniese a la Copa Confederaciones. Creo que me han acogido bien porque ven que no estoy aquí sólo para figurar, sino para aportar una mentalidad profesional. Cuando un tahitiano falla un pase en un entrenamiento, piensa que no pasa nada, que ya acertará la próxima vez. Yo, sin embargo, me cabreo».

El hombre que ha posibilitado el impensable título de campeón de Oceanía para este minúsculo archipiélago de soberanía francesa como Territorio de Ultramar (TOM) es Eddy Etaeta, cuyos dos empeños antes de llegar a Brasil eran marcar un gol, hazaña lograda en su debut frente a Nigeria, y transmitir una imagen seria del fútbol tahitiano. Hasta tal punto considera importante la disciplina, que ha prohibido que sus Tao Aito («guerreros de hierro» en la lengua autóctona) lleven a la concentración los yukeleles, el tradicional instrumento de cuerda del país. «Paso por llevar una camisa floreada como uniforme de calle pero no quiero que nos tomen por turistas», ha dicho el entrenador.

Los desafortunados que no hemos podido vacacionar en las playas de Bora Bora o Raiatea sólo conocemos Tahití por los cuadros de Gauguin, que fue al Pacífico Sur a intentar espantar sus demonios, o por las descripciones de Mario Vargas Llosa en su novela «El paraíso en la otra esquina». Ahora también tendrán su pequeño capítulo en la historia del fútbol, en el que se recordará la celebración del gol de Jonathan Tehau contra Nigeria, cuando los once tahitianos se pusieron a mimar paladas en una canoa. Marcar un gol a la campeona del mundo sería una hazaña equiparable a la de sus ancestros que navegaron en rudimentarias piraguas 4.200 kilómetros en mar abierto para colonizar la Isla de Pascua. Los chicos de Del Bosque están avisados: esta gente no le tiene miedo a nada.