Boxeo
Jerónimo «Jero» García: «Los chicos están más en casa, pero se comunican menos con los padres»
Boxeador. Y mucho más. Campeón de España, actor en ocasiones y «educador» cuando es necesario. En su gimnasio enseña a los chicos lo que a veces olvida la sociedad. Ahora es nuestro «Hermano mayor».
Boxeador. Y mucho más. Campeón de España, actor en ocasiones y «educador» cuando es necesario. En su gimnasio enseña a los chicos lo que a veces olvida la sociedad. Ahora es nuestro «Hermano mayor».
Habla con metáforas y mueve las manos sin cesar en ese invisible combate que mantiene consigo mismo y con las palabras. La suya es una anatomía cincelada por el pugilismo y la rebeldía. Acuñó su voluntad de guerrero en unas calles ingratas, de las que no regalan nada. Shakespeare le enseñó a comprender de qué va eso de la naturaleza humana (del bardo se sabe pasajes enteros). Su nombre, Jerónimo «Jero» García. La vida se lo puso difícil, pero él la supo hacer sencilla. Es boxeador, pero prefiere que le llamen «educador». Desde su gimnasio, La Escuela, ayuda a los chicos que la sociedad ha ignorado. Hoy, la televisión le ha descubierto como «hermano mayor». Lo que no sabían ellos es que lo lleva siendo desde hace años para los chavales con la autoestima herida.
–Boxeo contra la violencia. ¿Es una paradoja?
–Para nada. Es la mejor herramienta que tenemos para frenar la violencia y canalizar la agresividad. En boxeo, la violencia no existe. Violencia es forzar a alguien a hacer algo. Y aquí no se obliga a nadie. Y tiene una ventaja: canaliza la agresividad de las personas. Hacer eso a través de un deporte es importante. Te lo digo yo, que llevo practicando no sólo boxeo, sino artes marciales, desde los once años.
–¿Qué valores inculca el boxeo en la personalidad?
–Constancia, sacrificio y trabajo. Pero, además, para algunos puede ser desestresante.
–A través de La Escuela, su gimnasio, ¿qué ha descubierto de los problemas de los jóvenes?
–Todo. En este momento, muchos de ellos son como barcas en el mar sin una sola isla a la que ir. Los padres hoy en día no han sabido incentivarlos, inculcarles metas. De hecho, en ocasiones, ni los padres mismos poseen un propósito que los anime. Existe una total falta de comunicación entre los muchachos y sus progenitores. Y estos chicos adolecen de un terrible mal: no tienen objetivos. Estos últimos años han sido muy duros para todos. Y se ha cometido un error: se ha olvidado que hay que motivar a la gente y a ser generosos.
–Eso ha pasado por la crisis.
–Pero yo no me refiero sólo a los jóvenes, sino a la sociedad entera. Todos nos hemos convertido en este caso en «target». Cada individuo es reflejo de la sociedad en la que vive. Y en general hoy se ve mucha frustración y sentimientos que no son buenos.
–¿Cuáles son las principales carencias de los adolescentes?
–La falta de comunicación con los padres y su entorno. Falta esa cadena emocional. La sociedad debería proporcionar estas herramientas. Me gustaría que los padres tuvieran más conversaciones con sus hijos. Y a los niños habría que animarles para que tuvieran objetivos desde el colegio. En los últimos años los chicos están más en las casas que fuera pero cada vez se comunican menos con los padres porque pasan todo el tiempo metidos en las redes. Aquí es donde deberíamos empezar a pelear. Esta falta de emotividad, de cariño, se siente. Hay que saber escuchar.
–¿Qué le gustaría inculcar como hermano mayor?
–Un valor, que tengan un objetivo. Es la piedra sobre la que hay que comenzar a trabajar. En la niebla siempre se necesitan. Mi pregunta es: ¿Qué objetivo tienes? La educación es la llave que te abre todas las puertas. Hay que aprender a respetar a las mujeres, a las personas, saber saludar. Estas cosas nos hacen más grandes.
–El machismo, dicen las estadísticas, ha crecido entre los jóvenes. ¿Cómo combatirlo?
–Para cualquier problema de las sociedad, ya sea el machismo o la homofobia, la clave y la solución es la información. Tenemos que informar. Lo bueno de «Hermano mayor» es que lo hacemos ver en primera persona. A mí me gusta que se ejemplifiquen las cosas. Es como la gente aprende. Cuando doy charlas en el gimnasio a muchachos de la Cañada Real les digo que hay que trabajar, tener disciplina e intento que aprendan que la igualdad es esencial entre chicos y chicas. Recuerdo un día en el que detecté actitudes machistas. ¿Qué hice? Acudí a un ejemplo. Hice que los muchachos sujetaran el saco a las chicas. Se dieron cuenta de que una mujer boxea igual que un hombre. Otra vez les traje a una campeona de España de boxeo: Miriam Gutiérrez. La invité a que se colocara entre mi ayudante y yo, y luego les dije a los muchachos: esta mujer tiene más títulos que nosotros dos juntos. Es mucho más que nosotros a nivel deportivo.
–¿El boxeo le ha aportado cierta capacidad psicológica?
–Es un deporte que forma no solo boxeadores, también personas. Se crea un grupo y un grupo no existe sin respeto. Ya tenemos la base. Luego viene la educación, la formación y la maduración. Es como un edificio: vas uniendo pisos y plantas. El objetivo, muchas veces, no es boxear, sino sentirte mejor. Conozco personas que llevan diez años entrenando conmigo y no han hecho guantes jamás, pero son excelentes boxeadores. Tienen ritmo, saben sufrir, no se quejan. Eso te ayuda en la vida.
–¿Y su aprendizaje como actor qué le enseñó?
–Para mí es un «hobby». Estudié interpretación durante una década. Me sirvió para buscar mi emotividad. Gracias a las artes escénicas soy más emocional. Piensa que en determinados barrios tienes que ser fuerte y ahí las corazas son duras. Me siento más humano desde que estudié interpretación.
–Los barrios depauperados, ¿qué quitan a los jóvenes?
–En los últimos años he visto muchos caminares tristes. En bloques con ocho negocios ya sólo quedan dos. La gente está triste. Hay poco trabajo y el que lo tiene no está bien remunerado. Pero hay que vivir con lo que se tiene. Luchar por la felicidad. Durante mucho tiempo hemos vivido en una burbuja. Todo feliz, todo bonito. Pero no es así. No debimos rendirnos al dolor. Nadie desea convivir con él, pero, cuando uno nace, ya sabe que lo va a conocer. Hay que combatirlo.
–El boxeo enseña a levantarte...
–En boxeo no es más fuerte el que no cae, sino el que antes se levanta. Llevo trabajando desde los 14 años y fui padre a los 22. Eso hundiría a muchos. Yo me levanté. Lo que pudo ser un problema, no lo fue: lo convertí en el motor de mi vida. Soy deportista. He tenido victorias y derrotas. Yo me dije siempre: o se gana o se aprende. Toda caída, toda derrota es un aprendizaje, una lección de vida.
El lector
Jéronimo «Jero» García es un cinéfilo, un apasionado del teatro y un seguidor del Capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte. El deporte no le ha distraído de otras aristas culturales. Tampoco de la actualidad, que sigue con atención. «Yo duermo cada día con una periodista –comenta sonriendo, en referencia a su mujer–. A mí siempre me ha gustado que existan periódicos con opinión, se comulgue con ellos o no. Eso no es importante. En España existe mucho periodismo de opinión. Y a mí gusta la pluralidad, la divergencia de opiniones, que no todo el mundo piense igual o mantenga las mismas ideas. Es lo que enriquece».
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