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Simon Biles

Opinión. Los deportistas ante la ayuda psicológica: no es debilidad, es inteligente

Lo que ha sucedido con Simon Biles hace que nos tomemos más en serio la salud mental de nuestros deportistas

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El caso de la gimnasta estadounidense Simone Biles, llamada a ser, por segunda vez, un icono olímpico, pone de manifiesto la presión que el alto rendimiento deportivo impone a los deportistas, en su mayoría jóvenes, que se enfrentan a unas situaciones de estrés que, sin la consiguiente preparación, es en muchas ocasiones inasumible.

El año ha sido muy complejo, las investigaciones sobre el impacto de la COVID-19 en el deporte muestran claramente que nada ha sido fácil, la incertidumbre, la difícil situación de la gimnasia artística en Estados Unidos tras destaparse el caso de los abusos del doctor Larry Nassar, el positivo de una de las compañeras del equipo de Biles antes de empezar, su cambio a un hotel dejando la Villa Olímpica, la presión auto infringida y la necesidad de volver a repetir, incluso mejorar, los resultados de los Juegos de Río 2016, unido a un error en uno de los aparatos, la falta de disfrute que ha comentado, parecen ser razones suficientes para tener que arreglar los demonios que tiene en su cabeza.

Simone Biles pone el dedo en la llaga, la salud mental de los deportistas es causa belli y no es cuestión baladí. Con gran acierto, la Federación Española de Remo tiene en su estructura un psicólogo del deporte cuyo contrato reza bajo el acertado título de que su responsabilidad es el cuidado de la salud mental de los remeros.

La alta competición, y en concreto los Juegos Olímpicos, son el culmen de la carrera de todo deportista. El estrés, la ansiedad, el afrontamiento de situaciones que a veces duran segundos, pero que marcan el triunfo o el fracaso de largos años de trabajo, hacen que el deporte tenga unas características especiales. El problema es que mientras se dedican ingentes horas a la preparación física, táctica, técnica, es escaso el tiempo que se dedica a la preparación psicológica, a pesar de que los entrenadores insistan en la gran importancia del factor psicológico en el rendimiento deportivo, que muchas veces es lo que marca la diferencia.

No hay estigma, no hay debilidad; es más, diría que es de deportistas inteligentes recibir atención psicológica por parte de especialistas convenientemente formados. Trabajar cómo afrontar una vida de tensión, de entrega, de cansancio continuo, de aceptación del fracaso y de la necesidad de seguir creciendo, todo ello con normalidad, con la tranquilidad necesaria, debe ser parte de la formación integral de los deportistas. Un atleta que trabaja habitualmente con psicólogo decía que, en Tokio, y a horas de debutar en los Juegos, se encontraba extrañamente tranquilo. Es curioso que sorprenda que el trabajo psicológico le haya cambiado su forma de afrontar el estrés; pero se pueden, sin duda, afrontar unos Juegos de una forma diferente, sin que se ponga al límite al deportista.

Gracias a Simone Biles quizás nos tomemos más en serio la salud mental de nuestros deportistas, y, por qué no decirlo, que sean ellos mismos los que también se tomen en serio su propia salud mental y trabajen con profesionales cualificados para resolver los conflictos; no de esos, que en el caso de la tenista Naomi Osaka despreciaron su ansiedad, sus miedos y sus fobias, que necesitan y han necesitado tratamiento psicológico.