Gimnasia

Plata contra el dolor

España sube al podio tras un último año en el que las lesiones han machacado al equipo. Alejandra Quereda y Elena López retrasaron sendas operaciones para llegar a Río

El equipo español de gimnasia artística con sus medallas de plata
El equipo español de gimnasia artística con sus medallas de platalarazon

España sube al podio tras un último año en el que las lesiones han machacado al equipo. Alejandra Quereda y Elena López retrasaron sendas operaciones para llegar a Río

Sufrir para triunfar. Arriesgar para estar en Río. «¡Ni loca me lo perdía!», dice Alejandra Quereda, la capitana del equipo español, que una de las primeras cosas que hará ahora es operarse, pues tiene un problema en la cadera. «Si pasaba por el quirófano antes no llegaba aquí, pero he aguantado», confesó. Lo mismo sucede con Elena López, con fuertes dolores en un pie desde hace tiempo. En realidad no es nada nuevo. Llevan años en la élite y el cuerpo pasa factura. Todas tienen molestias y operaciones a sus espaldas. «Hemos sufrido mucho», explicaba Sara Bayón, la seleccionadora del equipo, que forma un gran tándem con la bielorrusa Anna Baranova, orgullosas de sus «niñas», como las llama ella. Muchos entrenamientos tuvieron que completarlos con las gimnastas suplentes, Claudia Heredia y Lidia Redondo, a quienes también pertenece una parte de la medalla, sí, la medalla, de plata, del equipo de gimnasia rítmica, sólo por detrás de la poderosa Rusia, siempre vencedora olímpica desde Sidney 2000. Bronce fue Bulgaria, que tuvo la misma nota que España, pero como sus puntos en ejecución (en la puntuación se valora la dificultad y la ejecución) eran menores, el segundo puesto fue para las chicas de Bayón y Baranova. Hubo un momento de duda y tensión, pero el estallido de alegría con la plata fue fantástico. «Qué diferente a lo de Londres», decían las preparadoras. En la capital inglesa, hace cuatro años, terminaron cuartas y con cierta sensación de que no les habían valorado con justicia. Todo eso está olvidado ya. Hace 20 años, en Atlanta’96, España fue la última campeona antes del dominio de Rusia. El pasado y el presente se juntaron. Aquellas, Marta Baldó, Nuria Cabanillas, Estela Giménez, Lorena Guréndez, Tania Lamarca y Estíbaliz Martínez, han hablado mucho con éstas, Sandra Aguilar, Elena López, Lourdes Mohedano, Alejandra Quereda y la única que no estaba en Londres hace cuatro años, Artemi Gavezou. Así se llaman las subcampeonas olímpicas, todas deportistas y además estudiantes. En esas reuniones que tuvieron, las campeonas del 96 dejaron un amuleto a las gimnastas de ahora, una flor de edelweiss.

Salió España de la primera rotación como líder. Un poco de samba y las cintas al aire en un ejercicio con una dificultad añadida: la humedad. «Se nota mucho. Las cintas estaban caladas y se enrollaban», desvela Bayón. Pero no hubo ni un fallo respecto a lo que se había ensayado en realidad desde hace no tanto, menos de un año. Pero lo clavaron, como el día anterior. Al ritmo de música brasileña, para contagiar la alegría al público, lograron una puntuación de 17.800. Quien más se acercó fue Bulgaria (17.700), sorpresa; y después Rusia, el terror (17.600). Ni las vieron las españolas, ya concentradas para la segunda rotación. Aparte del trabajo físico, exigente, está el mental, para lo que han trabajado con el psicólogo Pablo del Río. Él ya estaba en Brasil y ellas en España, pero hablaban por teléfono y tenían una serie de instrucciones para no perder la concentración. Alguna, ayer, llevaba unas indicaciones escritas en los puños de las manos con un bolígrafo, para que la mente no fallara en el momento clave durante los aproximadamente dos minutos y medio que duran los ejercicios. No lo hizo. Tampoco el cuerpo. Volvieron a plasmar en el tapiz todo lo que habían preparado con las seis mazas y los dos aros. Se los cambiaban de mano, volaban, los recogían, los golpeaban con el pie o con cualquier parte del cuerpo mientras sonaba música aflamencada. Una coreografía en la que ha colaborado el bailarín Rafael Amargo. El público se lo pasó en grande con ellas. No hubo errores y las cinco gimnastas españolas, y sus dos entrenadoras, no pudieron contener la emoción. Se marcharon todas llorando. «Sólo pensábamos en hacer bien nuestros ejercicios, a eso veníamos, y salió», admitió Quereda. Lo demás estaba en manos de los jueces. Después salió Israel y el siguiente turno fue para Rusia, que arrasó. A España le quedaba esperar lo que hiciera Bulgaria. El empate en los puntos finales creó un momento de incertidumbre, pero la plata fue para España.