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Nadal salva a la «Armada»

Garbiñe tira el partido, como Ferrer, que lo tenía ganado, y Carla lo pierde. Rafa no tuvo problemas para derrotar al italiano Seppi

Nadal durante el partido frente a Andreas Seppi
Nadal durante el partido frente a Andreas Seppilarazon

Garbiñe tira el partido, como Ferrer, que lo tenía ganado, y Carla lo pierde. Rafa no tuvo problemas para derrotar al italiano Seppi

Día negro para el tenis español. Adiós Carla, adiós Ferrer y qué despedida de Garbiñe, que perdió en un partido calamitoso con la puertorriqueña Puig. Hoy juega Bautista, junto a Nadal, el único superviviente individual de la «Armada». Sólo Rafa, que no hizo concesiones a Seppi, restó dramatismo al colosal naufragio. Nadal juega en casa y lo sabe. Aparece Andreas Seppi en la central, ni un murmullo, nada, indiferencia. Entra Rafa, a quien los brasileños, los cariocas, en concreto, profesan casi la consideración que a Gustavo Kuerten, el ídolo que dejó las canchas de tenis y formó parte de la última expedición hacia el pebetero de los Juegos. Con menos de media entrada empezó un partido que se anunciaba desigual a pesar los dos meses de inactividad del número 5. El 71º, no obstante, pretendía sorprender, como Puig a Muguruza.

Antes del comienzo de la jornada, los dedos se volvían huéspedes haciendo acopio de medallas para el tenis español, hasta que esa nube que iba a descargar agua de mayo empezó a disiparse. Carla Suárez cayó ante la estadounidense Keys (6-3, 3-6 y 6-3) y su concurso en el dobles mixto estaba seriamente amenazado. Iba a formar pareja con David Ferrer, que tiró literalmente su partido con el ruso Donskoy, otro que por cuestiones ajenas al deporte y directamente relacionadas con el dopaje de Estado de su país tampoco colecta simpatías. Pero ganó y no se lo creía. En el tercer set, David llegó a llevar 3-1 a su favor y 15-40... Ni siquiera aprovechó después dos bolas de partido. Perdió 3-6, 7-6 y 7-5, pero no justificó la derrota, aunque confesó que el tendón de Aquiles le estaba molestando y que comprometía su participación con Carla.

Nadal, que continúa siendo el cheque en blanco del tenis español, procuró no relajarse contra Seppi, ni concederle la mínima ventaja. En fase de recuperación de sensaciones, no se distrae, aunque con 3-1 y 15-15 se fue a la juez de silla para decirle que no entendía por qué estaban encendidos los focos a plena luz del día. Le dificultaban la visión, un problema que ya sufrió en el primer encuentro por culpa de los videomarcadores situados a ras de pista, que le hacían perder de vista la bola. Tras el debut, ya se quejó contra la Federación Internacional de Tenis, «que tiene que pensar en estos detalles».

Pero continuó jugando. Como si no tuviera dificultades para ver la bola. A Seppi le debió de ocurrir algo parecido, si fue así, no lo dijo, y prosiguieron con la tarea. 6-3 en el primer set y rotura del servicio en el tercer juego del segundo (2-1), en el que se mostró menos contundente y centrado, con problemas en el saque y algún conflicto con la red. Nada que no pudiera superar. Y lo hizo al imponer idéntico resultado con la segunda bola de partido, para alegría del público: 6-3.

Casi al mismo tiempo empezó Garbiñe Muguruza su partido con la puertorriqueña Mónica Puig. Sufrió un bloqueo mental de época y se despidió de los individuales con una sonrojante derrota (6-1 y 6-1). Ni juego, ni garra, ni concentración. Una «espantá» difícil de explicar de quien apuntaba directamente a las medallas antes de desembarcar en Río. Preocupa sobremanera que Garbiñe se vaya de los partidos como el que se va al súper.

Raquetas para la paz imposible

Murray se deshizo de Mónaco en poco más de una hora (6-3 y 6-1). Desenlace rápido para un compromiso sencillo. En estos parajes, el público apoya a cualquier adversario de los argentinos; no son rivales, son enemigos. El perdedor, en este caso, intentó limar asperezas y al final regaló cinco raquetas a los espectadores. A Mónaco sólo se lo agradecieron los afortunados que pudieron capturarlas. El resto, imperturbable y ajeno a los arrumacos del argentino, siguió silbándole, mientras el número 2 repartía el neceser entre el respetable: una toalla por aquí, una muñequera por allá... Andy persigue la simpatía local en dura confluencia con los intereses de quien se supone va a ser su máximo contrincante: Rafa Nadal, que hace años resolvió a su favor aquello del cariño «brasileiro».