Real Madrid Baloncesto
La Quinta de don Alfredo
Treinta años después de dar nombre a la generación más talentosa que ha nacido de la cantera del Real Madrid, Emilio Butragueño es el director de Relaciones Institucionales del club y mantiene la misma figura que cuando era futbolista gracias al Bikram yoga. Ha pasado mucho tiempo, pero aquel Madrid de la Quinta sigue muy vivo en la memoria del madridismo: «La gente venía a ver cuántos goles hacíamos», recuerda el Buitre. «Confluyeron una serie de circunstancias. Primero, la aparición de un grupo de jugadores que pedía paso, que nos conocíamos muy bien y hacíamos un fútbol atractivo, diferente a lo que se había visto. Llevábamos aprendidos los valores del club, que se unieron a la personalidad de los veteranos del primer equipo (Santillana, Juanito, Camacho...) y al acierto en los fichajes que llegaron de fuera (Maceda, Gordillo, Hugo Sánchez...)», explica Martín Vázquez. Él fue el primero en debutar con los «mayores» junto a Sanchís en un partido de Liga en Murcia. Los dos pronuncian el mismo nombre al hablar de la clave por la que aquellos chicos que jugaban como los ángeles llegaron a la élite: Alfredo di Stéfano. «Lo fundamental no es que estuviéramos nosotros cinco, que también, la clave realmente fue que estuviese Alfredo como entrenador del Real Madrid. Es alguien único e irrepetible, que tuvo el coraje de subirnos al primer equipo. Se la jugó apostando por nuestro ascenso y puso su cargo a nuestros pies», comenta Manolo Sanchís, o Lolo, como le llamaba la Prensa de la época. Entonces tenía 18 años y todavía era sólo el hijo de Sanchís, miembro del Real Madrid «ye-yé», y no el capitán que luego fue y levantó la séptima Copa de Europa en Ámsterdam.
Martín Vázquez, al que Julio César Iglesias –periodista que puso el nombre a la Quinta– definía como «la nueva frontera del fútbol», recuerda sus nervios juveniles subido en un tren camino de Murcia: «La primera alegría, la novedad principal, es cuando te mandan a entrenar con el primer equipo la semana del partido y cuando ya es algo realmente increíble es cuando entras en la convocatoria para debutar con el Real Madrid. Fuimos en tren a Murcia y era un mundo diferente: la expectación, el recibimiento de la gente... El colmo para dos chavales como nosotros fue vernos en el once titular».
«Mi principal recuerdo es de sorpresa, porque, aunque nuestra marcha en el Castilla era positiva, ni en mis mejores sueños podía verme con el primer equipo. Siempre lo teníamos como algo muy lejano», añade Sanchís que, además de estrenarse, marcó el gol del triunfo (0-1).
Aquel 4 de diciembre de 1983 debutaron los dos primeros, y a finales del mismo mes lo hizo Pardeza, al que Butragueño y Hugo Sánchez le cerraban el paso y desarrolló su carrera en Zaragoza. El 5 de febrero del 84 apareció el Buitre hipnotizando el Carranza con dos goles y una «asistencia» en 45 minutos, mientras que Míchel tuvo que esperar a septiembre para debutar. Después llegaron las dos Copas de la UEFA, las remontadas épicas en el Bernabéu, las cinco Ligas consecutivas y la espina clavada de la Copa de Europa, el único premio que el fútbol le negó a una generación irrepetible.
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