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Inteligencia Artificial
El loco Mundial de los robots: corredores que pierden la cabeza, penaltis que no llegan a portería...
Se están celebrando en Pekín los campeonatos mundiales de robots, con numerosos y cómicos percances

Pekín vive tiempos futuristas. En el imponente Óvalo Nacional de Patinaje de Velocidad, escenario de los Juegos Olímpicos de Invierno, se inauguraron los primeros campeonatos mundiales de robots humanoides, un evento que busca mezclar espectáculo, deporte y, sobre todo, investigación tecnológica.
La ceremonia inaugural no tuvo nada que envidiar a las grandes citas deportivas. Sesenta robots, vestidos con trajes tradicionales, ofrecieron un peculiar ballet de ópera china. Avanzaban, giraban, levantaban los brazos al compás de la música ancestral, ante el asombro de los asistentes
500 robots, 26 pruebas
El certamen reúne a casi quinientos robots en 26 disciplinas distintas, con la participación de equipos de 16 países. Las pruebas abarcan desde el atletismo y el fútbol hasta tareas industriales como empaquetado, limpieza o clasificación de materiales, un guiño directo a los desafíos cotidianos que estas máquinas ya comienzan a asumir en fábricas como las de Amazon.
Pero la ejecución de los deportes demostró que la robótica aún está lejos de la perfección. En la carrera de 1500 metros, uno de los competidores literalmente perdió la cabeza: la pieza rodó por la pista mientras el cuerpo seguía avanzando unos metros, desorientado. La escena provocó carcajadas y un murmullo general de incredulidad. En otra manga, un humanoide se desvió de su carril y atropelló a un organizador, que salió ileso, aunque aturdido por el golpe.
La lucha, pensada como un duelo de fuerza y reflejos, también dejó su anécdota. Un robot intentó ejecutar una patada, pero la falta de coordinación lo llevó a caer de espaldas, víctima de su propia inercia. En fútbol, la decepción fue mayor: un penalti lanzado con solemnidad terminó en un disparo tan débil que el balón apenas avanzó unos centímetros antes de detenerse, sin llegar a la portería.
Pese a todo, hubo momentos de competencia genuina. El fabricante chino Unitree se llevó la prueba de 1500 metros con un tiempo de 6 minutos y 29 segundos. Aunque esa marca duplica el registro de un corredor humano de élite, fue suficiente para demostrar que, con constancia y algoritmos más afinados, los robots pueden empezar a pisar el terreno atlético con cierta dignidad. Además de los 1500, se disputan pruebas de 100 y 400 metros, salto, lucha, baile y las ya mencionadas tareas industriales, que quizás resulten menos espectaculares para el público pero más prometedoras para la vida diaria.
Partidos de fútbol
El fútbol, en cambio, fue lo más criticado. Los equipos de humanoides, pequeños, lentos y torpes, generaron un juego caótico. Sin embargo, hay un detalle que los salva: cada vez que un robot cae, se levanta por sí mismo, sin ayuda externa. Esa autonomía mínima, combinada con la capacidad de identificar balón y portería sin control remoto , marca una diferencia notable respecto a las versiones más primitivas. Los árbitros apenas intervienen para presionar un botón cuando el balón sale fuera, lo que convierte al espectáculo en una sucesión de tropiezos, pero también en un laboratorio a cielo abierto para el perfeccionamiento de la robótica deportiva.
Más allá de las risas que provocaron los fallos, los organizadores insisten en el trasfondo del evento. Lo importante, subrayan, no son las medallas ni los récords, sino el aprendizaje que se obtiene en cada tropiezo. Cada caída, cada patada mal ejecutada, cada carrera desorientada es una oportunidad para pulir algoritmos, optimizar sensores y mejorar la toma de decisiones autónomas. El objetivo final no es que los robots compitan con los humanos en estadios, sino que puedan colaborar en fábricas, hospitales y hogares.
Un paso para la técnica
En ese sentido, las pruebas laborales fueron las más valoradas por ingenieros y técnicos. Robots empaquetando cajas, clasificando materiales o limpiando superficies mostraron un nivel de precisión mayor que en las competencias deportivas. Allí, lejos del espectáculo, se vislumbra el verdadero impacto de esta tecnología: un futuro donde los humanoides asuman las tareas repetitivas y liberan a las personas para actividades creativas o de mayor complejidad.
El campeonato, con su mezcla de solemnidad y comicidad, funciona como un espejo del estado actual de la robótica: avances notables, pero aún en pañales si se comparan con las capacidades humanas. Pekín, al acoger este experimento global, no solo busca posicionarse como capital tecnológica, sino también enviar un mensaje: el camino hacia la convivencia con máquinas inteligentes ya empezó, y aunque tropiecen, la dirección está trazada.
Lo que ahora provoca risa y ternura, mañana puede convertirse en rutina. Y entonces, cuando los humanoides corran sin caerse y jueguen al fútbol con soltura, entonces, en vez de risas y memes, nos asustemos de verdad.
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