Artistas
Martita Ortega: «Es muy importante querer ganar siempre»
Campeona de pádel
Martita Ortega podría ser una adolescente como tantas. Una chica sonriente de larga melena y, en su caso, mirada azul, con ese toque de ingenuidad en recuerdo de la infancia cercana. Sin embargo, su enorme disciplina, que le ha permitido obtener siempre unas brillantes calificaciones en el colegio, y, al tiempo, toda suerte de trofeos de pádel, la separa del resto de las jovencitas de su edad. Mientras me va precisando cuántas veces ha sido campeona –«del mundo, varias, en alevín, infantil y cadete, y de España, todos los años, desde hace siete, en todas las categorías»–, pienso que al deporte no se llega por casualidad. Más allá de las condiciones físicas, o alguien empuja al deportista –y más si se trata de una mujer– o el don se queda para las competiciones entre amigos. Ella me lo ratifica al explicarme que fueron sus padres –«sobre todo mi padre»– quienes la pusieron a jugar a los 6 años. A los 10 ganó su primer torneo de dobles. Y desde entonces hasta ahora, que ya tiene 17, no ha dejado de apuntarse victorias.
Le digo que si su padre la hubiera enfocado a tenis, su saldo bancario sería infinitamente mejor. «Ya –me dice sonriendo con sus dientes blancos y perfectos–. Pero es que a mi padre, que jugaba al pádel, al squash y al tenis, lo que le gustaba era el pádel. Y, además, le parecía que era una opción que podría compaginar con los estudios. Con el tenis hubiera sido difícil... Yo estoy muy conforme con su decisión, porque me gusta muchísimo la vida que llevo y creo que va totalmente acorde con mi forma de ser». Según su entorno, esa forma de ser es la de una persona con una autoexigencia extrema, que no se permite fallos ni en los estudios, ni en el deporte, ni en la vida. Seguro que tiene defectos, pero no lo parece. «Pues los tengo, ¿eh? Soy muy cabezota, para lo bueno y para lo malo. A mí me dicen que para ser deportista tienes que tener muchas ganas, mucha capacidad de sacrificio y no rendirte nunca; y yo, quizá por ser un poco más joven, tengo mucha prisa y demasiada impaciencia en los días malos». Pienso que ganas y capacidad de sacrificio es lo que habría que exigirle a los políticos y se lo digo a Martita, que en un año estará ya en edad de votar. «Bueno, es que esas son las características de un líder, ¿no? Esas y también tener las ideas muy claras y mantener la cabeza fría en los momentos duros... ¡Pero a mí de política no me hables, que prefiero no meterme!». Cambio de rumbo y hablamos de fútbol, ese deporte que les quita protagonismo a los demás. «Pues sí –reconoce Martita–. Y es gracioso, porque poca gente habla de pádel y mucha lo practica, mientras que mucha gente habla de fútbol y realmente lo practica muy poca...». Tiene razón, como también en eso de que en el deporte femenino hay menos doping. «En pádel tampoco sé de ningún caso reciente en chicos. Hace dos años salieron un par de jugadores a los que se sancionó... pero, entre las chicas, no suele salir nadie; las chicas somos otra cosa». Para lo bueno y para lo malo. Porque, por muchos éxitos que cuenten nuestras deportistas, hay mucha desigualdad entre el deporte masculino y el femenino. «Y yo no sé explicarte a qué se debe –me dice–. Quizá la gente trata de comparar. Y el pádel femenino y el masculino, por ejemplo, no se pueden comparar. No son deportes diferentes, realmente jugamos con lo mismo, una pala y una bola; pero son formas distintas de practicar el mismo deporte. Y quizá sea más cercano el femenino». Le pregunto si ayuda a acercarse a esa igualdad deseada el hecho de que la entrenadora del equipo de la Copa Davis sea una mujer, y me responde sin titubeos: «Te voy a ser sincera. Yo no conocía de nada a esa mujer y aunque me pareció muy mal cómo la rechazaron todos los jugadores de la Copa Davis, entiendo que igual hay más gente con más títulos que ella que se merezca más estar allí. A mí me parecía un paso gigante para la mujer, en general, que dirigiera el equipo de la Copa Davis una chica; pero a lo mejor podía haber sido, no sé, Vivi Ruano... No te digo que tenga que ser un chico, pero quizás sí alguien con más títulos, ¡por lo menos que yo conozca...!».
Martita está a punto de empezar la universidad. Me dice que quiere ser médica..., pero que también quiere llegar a ser la número uno total en lo suyo, que poco le queda, por otra parte. Y yo le digo que hay un refrán muy español que dice «soplar y sorber no puede ser». «¡El que me recuerda todos los días que no es muy fácil compatibilizar la carrera de medicina con nada es mi entrenador! Pero me apetece ir a la universidad y estudiar Medicina. Me gusta especialmente la cirugía». No quiero ser agorera, pero los cirujanos no suelen permitirse arriesgar sus manos ni jugando al pádel, ni esquiando, ni montando en moto... «¡Con lo que me gusta esquiar! ¡No me quites eso, que igual cambio de especialidad!». Teniendo en cuenta que Martita, además, también quiere ser mamá el día de mañana, empiezo a comprender que su padre eligiera para ella un deporte que no es olímpico. Aunque sospecho que ella no abandonará el deporte profesional en muchos años y que será buena en todo lo que haga. ¿Su secreto? «Yo pienso que es muy importante querer ganar siempre. Creo que la ambición es lo que realmente te lleva a estar más arriba. Aunque también hay que saber perder, claro; y es muy difícil; pero, al menos, se aprende mucho».
Personal e intransferible
Martita Ortega nació en Madrid el 14 de febrero del 97. Está orgullosa de lo que ha conseguido en el deporte y se lo agradece a sus padres, «sin los que no lo hubiera logrado». Se arrepiente «de alguna mala contestación, de malas caras, de ese tipo de cosas...». Perdona, pero lo de olvidar «depende de la persona». Le encanta el dulce y beber cualquier cosa que no lleve alcohol. A una isla desierta se llevaría a su perro Klauss. Entre sus manías están entrar a la pista de pádel con el pie derecho y un orden particular en los libros y los bolis del cole. «Sueño que me reencuentro con mis amigas del cole, ya mayores, y cada una está con sus vidas». Entre sus libros preferidos están «Los juegos del hambre» (Suzanne Collins) y «Marina», de Ruiz Zafón. Su película favorita es «El diablo se viste de Prada», porque le gusta mucho la moda y porque es fan de Anne Hathaway... aunque más de Nadal, «y eso que es más guapo Federer». De mayor le gustaría ser médica y, si volviera a nacer, «claramente, repetiría mi vida».
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