Atlético de Madrid
«No somos salvajes»
Los hinchas del Marsella exhibieron su potencia pirotécnica con bengalas y petardos antes y durante el partido, que comenzó con una intensa «niebla»
La plaza Bellecour de Lyon era el centro de encuentro de los aficionados en la ciudad. Con las «fan zone» prohibidas, el parque de actividades de la UEFA era el lugar en el que se concentraban las camisetas del Atlético y del Marsella antes del encuentro. Al lado de la estatua ecuestre de Luis XIV había paneles donde los aficionados podían meter su cabeza para convertirse en uno de los jugadores de cualquiera de los dos equipos, porterías para marcar y una réplica gigante de la Copa con la que hacerse una foto.
Al mediodía era más sencillo escuchar palabras en español que en francés. Los aficionados españoles, más pacíficos, se limitaban a disfrutar del momento. Los marselleses, más ruidosos, llegaron más tarde, exhibiendo su Copa de Europa (1993), orgullosos, con bengalas y cantando la canción que se ha hecho imprescindible para ellos en las últimas semanas, dedicada al presidente del Lyon: «Jean Michel Aulas, vamos a destrozar tu casa». «Es sólo parte del folclore marsellés», decía uno de ellos para quitar importancia a los amenazantes gritos. «No somos salvajes», se defendía otro ante las reservas de los policías que los vigilaban. Al menos diez furgonetas de la Gendarmería se habían ocupado de cuidar de la seguridad de la zona durante la mañana. También había efectivos militares en la Plaza Carnot, centro de reunión de los aficionados rojiblancos.
A la entrada del campo, una de sus preocupaciones era llenar con sus pegatinas los leones que presiden la entrada al estadio, la casa de uno de sus máximos rivales, el Lyon. Para ellos, lo más importante del partido no era ganar, era la posibilidad de humillar a su gran enemigo. Desde tempranas horas los ultras más radicalizados del Marsella tiraban bengalas y petardos, como si quisieran desprenderse de su arsenal antes de que fuera requisado en los controles de acceso al estadio. Incluso dos cohetes lanzados por los ultras marselleses se colaron en el recinto aún vacío. Pero les quedaba munición para exhibirla antes del partido. Su fondo parecía la cremá de las fallas y la final comenzó con una intensa niebla que rebrotó después. Como el retumbar de los petardos. Mientras, por la megafonía se recordaba la prohibición de fumar.