Boxeo
Olé, Miriam Gutiérrez
La reina del boxeo se retira del cuadrilátero colocando en su vitrina el cinturón de Campeona de España de Superwelter
"Joder, qué difícil es esto". Miriam Gutiérrez se puso el cinturón de campeona de España del peso superwelter y después agarró el micrófono para decir adiós. "Es sólo una despedida", decía antes de dar las gracias a todos los que la han acompañado en este viaje. Una despedida. Nada más y nada menos que eso, la última pelea con 40 años y la concejalía de la mujer en el Ayuntamiento de Torrejón que la espera ahora a tiempo completo.
Miriam Gutiérrez se ha convertido en un mito en el cuadrilátero y ahora lo abandona para que su nombre, lejos ya de la lona, pueda crecer como leyenda. Lo ha conseguido casi todo en el mundo del pugilismo, sobresaliendo entre sus títulos los de campeona de Europa y el del mundo de peso ligero. Para su combate final eligió a una púgil versátil y alta. Patricia Martín es una boxeadora canaria, corpulenta, grande, confiada, que nunca perdió la sonrisa ante su adversaria. Ni siquiera cuando la atendían en la esquina de las contusiones que le dejaban los guantes de la campeona.
La pelea comenzó perezosa, con tanteos. Había que tomarse las medidas. Las dos boxeadoras demostraron su competencia, pero Miriam Gutiérrez contaba con el aval nada menor de la experiencia, que en el ring es una baza más, casi tanto como saltar con una mano más. Miriam demostró por qué es grande y por qué ha llegado hasta los podios más altos. Ante un público entregado, que sabía que esta presenciando un momento histórico, demostró que era capaz de valerse con solvencia en la distancia corta y en la larga, manejarse con desenvoltura contra las cuerdas, zafándose de los envites más comprometidos, y que las manos de su rival mordieran el vacío o quedaran en el aire, ahuyentando moscas.
Era el último baile para Miriam. Sus últimos golpes, que recibieron el premio final de las cartulinas de los jueces. Una decisión mayoritaria a favor de la campeona, que siempre fue por delante en las puntuaciones y que jamás perdió del horizonte lo que se jugaba en esta velada: rubricar un match con éxito, el remate de una trayectoria que hoy mismo firmarían la mayoría de los boxeadores. Sólo uno de los jueces vio combate nulo, igualadas a 76 las dos boxeadoras; los otros dos dieron 77-75 a favor de Miriam.
Una despedida merecida, indiscutible, que ni siquiera su rival, Patricia, una peleadora brava, que demostró carácter, se atrevió a discutir en ningún momento. Se abrazaron las dos después de la campanada final. Se las veían sonrientes, felices, como dos compañeras de viaje. Después de ese momento de deportividad llegaba el momento de las lágrimas, el más complicado, el de la confesión, entregar a las palabras lo que hasta ese momento había permanecido callado, por dentro. Y es que ahí había un momento especial. Era la emoción de Miriam que confesaba que esa era la primera vez que su hija veía uno de sus combates. Y era el último. ¿Puede haber algo más simbólico? "Es curioso, es mi última pelea y es la primera vez que ha podido venir a verme", confesaba en alto, con lágrimas. Fue el instante de dar las gracias a su preparador, Jero García, a su entrenador en Torrejón, José Caro, a sus compañeras de la concejalía y a su alcalde. El adiós de una reina y una deportista, que como todos los grandes, lo son por lo que ha sido en el deporte y fuera del deporte. Miriam Gutiérrez, la reina, ha terminado su carrera, pero será difícil que nadie que la haya visto, la olvide. Como ella misma exclamó: "Olé".
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