Liverpool

Otra plata para este buen señor

La aventura de Jürgen Klopp en Liverpool ha roto enseguida el idilio. El técnico alemán, icono progresista, ha conectado muy bien con la afición obrera de los Reds

Jürgen Klopp ha contagiado su espíritu al Liverpool
Jürgen Klopp ha contagiado su espíritu al Liverpoollarazon

La aventura de Jürgen Klopp en Liverpool ha roto enseguida el idilio. El técnico alemán, icono progresista, ha conectado muy bien con la afición obrera de los Reds

«Tengo muchas medallas de plata y no está mal. Cuando se acumulan segundos puestos, se está más cerca de ganar». Jürgen Klopp es un filósofo simpático, un entrenador detrás de cuyos aspavientos y sempiterna sonrisa se esconde un ganador, un técnico pura escuela alemana que inocula a sus equipos el gen de la competitividad. Y que tiene la impagable virtud de conectar con la grada como la más virtuosa de las estrellas del rock.

En Inglaterra, Jürgen Klopp ha reproducido el esquema socio-futbolístico que lo llevó al éxito en el Borussia. Se trata de dos hinchadas de extracción obrera en dos ciudades industriales, Liverpool y Dortmund, para las que sus clubes de fútbol son el mayor motivo de orgullo. Y a ello apeló Klopp para resucitar en octubre el proyecto mortecino por la nula adaptación de Brendan Rogers. Lo ha llevado a su primera final europea en más de una década, pero ahora necesita desprenderse del halo de perdedor que le dejó la hegemonía del Bayern.

El Sevilla, que hoy intentará regalarle otra medalla de plata a Klopp, se ha cruzado dos veces ya en el camino del entrenador alemán, que siempre que se ha encontrado con los andaluces ha hincado el pico. Su debut en Europa, con el Mainz 05, fue en la ronda previa de la UEFA 05-06, la primera que ganó el Sevilla. Empató en el Sánchez Pizjuán, pero dos goles de Kanouté, sus dos primeros como sevillista, lo sentenciaron en la vuelta. Cinco temporadas después, su Borussia se midió al Sevilla de Gregorio Manzano en la liguilla, cuando una victoria sevillista en Dortmund decidió el pase de los españoles y del PSG en detrimento de los teutones. Lo mismo se puede decir que no hay dos sin tres que aducir que a la tercera va la vencida.

Sus celebraciones enloquecidas en la semifinal enfadaron a Marcelino, que no debía acordarse de que en la ida se metió hasta el centro del campo para festejar el gol de Adrián. Puede resultar molesto pero, en realidad, no es más que una parte de la magnífica puesta en escena de un entrenador que juega con todos los factores, básicamente con los extradeportivos, para lograr una comunión entre equipo y afición. Un técnico que mira más lo emotivo que lo futbolístico y pretende recuperar para la la élite a un club venido a menos.