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Para un 71,3%, el deporte español no está limpio

Los jóvenes tienen la visión más pesimista sobre el impacto del dopaje, y la mayoría cree que no se persigue eficazmente

Digan lo que digan, el dopaje ha descendido. La mitad de los participantes en el Tour de Francia de 1998 acabaron involucrados en algún caso durante su carrera; en el de 2017 el porcentaje bajó de forma considerable
Digan lo que digan, el dopaje ha descendido. La mitad de los participantes en el Tour de Francia de 1998 acabaron involucrados en algún caso durante su carrera; en el de 2017 el porcentaje bajó de forma considerablelarazon

Los jóvenes tienen la visión más pesimista sobre el impacto del dopaje, y la mayoría cree que no se persigue eficazmente.

Una inyección, el compuesto va directo a la sangre, y, en cuestión de horas un resultado clasificatorio en una posición de tres cifras se reduce a un único dígito. ¿Magia? No, pura trampa. Más allá de práctica amoral, el dopaje deportivo constituye la más burda humillación de valores tan cruciales en el progreso humano como el esfuerzo o el sacrificio. Es, en definitiva, el envilecimiento de la nobleza que encierra la actividad física.

Aún así, y siendo infinitos los calificativos de desprecio, sigue habiendo quien recurre a esos «atajos» para alzarse con una gloria, de esta forma, ficticia. Luego no debe extrañarnos que cada vez que un escándalo de dopaje salga a la luz, la gente se sienta engañada. Con razón. La confianza en la grandeza de los prodigios del cuerpo se dinamita, y la tácita relación de aprecio entre el entusiasta seguidor y su idolatrado referente se quiebra en mil pedazos por la traición. Y parece que los españoles nos sentimos vilipendiados, lo que nos lleva a sobredimensionar nuestras conclusiones. Según la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, más de 7 de cada 10 personas consideran que el deporte español a gran escala está sucio. El porcentaje aumenta entre los jóvenes –un 82,8%– y cae ligeramente en los mayores de 55 años –un 65,3%–.

Además, el 52,1% de los interpelados cree que en nuestro país esas acciones no se persiguen de forma eficaz. Sí que existe una opinión mayoritaria en la idea de que a los tramposos se les prohíba volver a competir de por vida –el 69,6% del total lo defiende–. Triste panorama para todos aquellos profesionnales que sí dedican cuerpo y alma, día tras día, a consagrar sus vidas a una pasión. No generalicemos, ellos, limpios, sí son el verdadero deporte español.