Atlético de Madrid
«Que bote el Calderón»
La nostalgia y la satisfacción de estrenar un estadio grandioso se mezclan en el debut del Metropolitano.
La nostalgia y la satisfacción de estrenar un estadio grandioso se mezclan en el debut del Metropolitano.
Marcó Griezmann y el gol sonó como había sonado siempre en el Vicente Calderón. Las gargantas son las mismas, unos meses más viejas, un poco más castigadas por el otoño que se ha colado de repente en Madrid, pero suenan igual. O un poco más, porque el sonido rebota en la cubierta y el eco se escucha más allá de las tres veces que el tanto del francés se cantó por megafonía.
Las gargantas suenan igual y cantan lo mismo. No falta el «Ole, ole, ole, Cholo Simeone», ni el «Fernando Torres, lolololó». El «Niño» fue el encargado de hacer el saque de honor en una ceremonia que reunió a tres generaciones de futbolistas rojiblancos. Gárate representaba el pasado; Fernando, el presente y el canterano, Hugo, el futuro. Una manera de demostrar que el club ha dado un paso adelante, pero no se olvida de lo que fue y de los que fueron. Por eso ha situado el Paseo de leyendas junto al estadio para que los aficionados puedan hacer memoria. Quiso hacer memoria también para recordar los estadios por los que ha pasado el club durante su historia. Dos lonas en rojo con letras blancas recordaban los recintos de Retiro y O’Donnell. El Metropolitano y el Vicente Calderón se veían en letras rojas sobre fondo blanco. Y en medio, el Wanda Metropolitano, la casa del Atlético desde ayer y para el futuro. El balón con el que los tres futbolistas hicieron el saque de honor llegó del cielo, traído por aviadores del ejército español. El primero bajó la pelota, el segundo, la bandera del Atlético y el tercero, la bandera de España.
Cambian las cosas, pero el Calderón sigue presente en la memoria de los aficionados y en los símbolos del club. «Yo me voy al Manzanares» sigue diciendo la letra del himno que el público cantaba agitando las banderas rojiblancas que el club había distribuido por los asientos antes del encuentro. En los gritos de los aficionados también estaba presente el estadio que para muchos ha sido el único que han conocido. «Que bote el Calderón», gritaba la grada. Porque una parte del alma del club se ha quedado en aquel estadio que un día desaparecerá.
La memoria es difícil borrarla en un verano y la nostalgia atacaba a muchos de los aficionados que ayer estaban en el Metropolitano. Les cuesta todavía decir que no van al Calderón. «El estadio es impresionante. El Calderón lo que tenía era lo sentimental», cuenta Marcos, un habitual del antiguo campo rojiblanco y que tiene intención de seguir siéndolo en el nuevo. La producción de selfies por minuto era incluso superior a la media, muy elevada en cualquier estadio de fútbol. «Esto es mucho para nosotros», aseguraba Pablo, impresionado por el nuevo estadio. «Parece que estamos en una final europea y no en un partido de Liga», reconocía David. «He venido en Metro y la mayoría de la estaciones no las conocía», afirmaba una señora a la salida de la estación que da acceso al nuevo recinto rojiblanco, mientras hacía cola para acceder a la explanada de entrada al Metropolitano.
La nostalgia vive en el Vicente Calderón, pero los ídolos se trasladan. Y Fernando Torres, que ya había sido ovacionado cuando hizo el saque de honor, volvió a recibir los gritos de ánimo de la grada cuando sustituyó a Correa. Fernando esperaba para saltar al campo cuando Griezmann marcó el único tanto del encuentro, pero Simeone paró el cambio. Sólo tardó unos minutos en mandarlo al campo. El «Niño», que fue el símbolo del Atlético en los años de la transición cuando el equipo recuperó la categoría, no podía perderse el estreno del nuevo estadio. Torres disfrutó del triunfo igual que el público, que celebró la victoria con el espectáculo luminoso, acústico y pirotécnico que había preparado el Atlético para festejar la mudanza. La fiesta terminó mejor de lo que apuntaba al izarse la bandera rojiblanca que preside el estadio, la más grande de España. La izaron al revés, con el escudo boca abajo, aunque no tardó en corregirse el error. «Esto es sólo el principio», como anunciaba la megafonía del estadio en la despedida. Al estadio y a los aficionados les quedan muchas noches para aprender a quererse. Para que la gente del Atlético sienta al Metropolitano su casa.
«Nunca vi una cosa igual. Me quedará para el recuerdo toda mi vida. Es una cosa que nunca vi. Las banderas flameando todas juntas. Ha sido espectacular y estoy seguro que la gente lo ha podido disfrutar, tanto la que ha estado en el estadio como la que lo ha visto por televisión», decía Simeone.
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